martes, 4 de enero de 2011

Hamlet - Así nace el amor II


How the former Prime Minister was born

   Después de tres o cuatro encuentros en los que la amorosidad fue ganando consistencia, el siguiente hito con el escandinavo estuvo bajo el signo de las drogas químicas. “Hace tiempo que quiero tomarme un éxtasis con alguien que se acueste conmigo en la cama”, le dije al hacerle la propuesta. Le ofrecí un poco del mdma comprado meses antes en el festival fusion, y que no había tocado justamente por no tener con quién compartirlo. Hasta entonces había tomado muchas veces esa droga maravillosa, pero nunca en situación amante.
  -¿Cuánto pesas? -pregunté.
  -74 -dijo.
  Me asombró: peso 78 y él es cinco centímetros más alto, si bien también un poco más flaco y tal vez más ligero, menos denso. Así que según su respuesta armé las dosis, como siempre a ojo, mediante el procedimiento de dividir en montoncitos parejos la droga previamente molida y hecha polvo (considernado que contaba con cerca de 800 mg, y que se calcula aprox. 1,2 mg por kilo de peso ).
   Le di a elegir entre dos pilas de polvo que de acuerdo con mis cálculos eran equivalentes y a las que en una escala de 1-10 (donde 10 es máximo pegue pero todavía nada de toxicidad, y 1 apenas el reconocimiento, aunque indudable, de una alteración), correspondía un 7 u 8.
   -Elijo la que tiene más -dijo.
   Levantó con los dedos húmedos el polvo y se lo tragó con ayuda de un Paso de los Toros que había quedado de mi multitudinaria fiesta de cumpleaños, ocurrida cosa de un mes antes. Yo hice lo mismo con el otro montón, y él pidió lamer los restos que estaban en el plato. No había pasado media hora y ya era claro que la substancia estaba actuando sobre mí.
   -No me hace nada, no me hace nada -repetía sin embargo mi amigo sexual, quien ya me había comunicado que hasta ese día no había probado esa droga, ni ninguna otra a excepción de un poco de marihuana en forma de hachís-.
   Le dije que si en un rato más no le hacía efecto le daría un pequeño suplemento.
   -Ahora, dame ahora -contestó- porque si no vamos a estar desfasados.
   Le advertí que convenía esperar, pero salió con que me había dicho mal su peso y por consiguiente la dosis que se había tomado le resultaba insuficiente. Le dije que metiera el dedo meñique húmedo de baba en la bolsita donde estaba el resto del polvo, que eso bastaría para subirle un par de puntos. Así lo hizo. Cinco minutos después insistía con que no era suficiente.
   -Bueno, mala suerte -contesté-. Ya está. Ahora vamos a esperar. Tal vez no te haga nada. Pero yo creo que sí. Hay que esperar.
   Y al poco rato empezó un momento perfecto, en el que no dudaría en eternizarme. La plenitud del amor, el contacto feliz de cualesquiera superficies corporales -pero con énfasis en bocas y pijas-, caricias de intensidad infinitamente fractal. No sé cuánto tiempo estuvimos en la cama, no sé cuánto en la bañera, dejando que el agua nos corriera por el cuerpo, acompañados por la música electrónica de mi colección, inolvidable. Saqué la droga del cajón a las cinco de la tarde, y de pronto era medianoche y estábamos en brazos uno del otro con las trompas atadas por el amor, la hermosura y la conversación incesante e inflamada como el universo entero alrededor.
   -¿Cómo ves tu vida en el futuro? -le pregunté.
   -Mhh. No sé. Creo que me gustaría tener una linda casa y vivir con mi novio. Trabajar en algo tranquilo.
   -¿Pensás que te gustaría tener hijos?
   -Sí, pienso tener hijos -declaró-.
   -¿Y cómo? ¿Con alquiler de vientre?
   -Tengo una amiga. Mi mejor amiga.
   -¿Cogiste con una mujer alguna vez?
   -Nunca. Pero igual puedo estar con ella y tener un hijo. De los dos.
   -Yo siempre soñé con un trimonio -le conté, estimulado por su idea-. Vivir con un hombre y con una mujer en una relación de tres.
   -Bueno -dijo como si una decisión así estuviera en sus manos- ya está. Podemos vivir los tres juntos. Vos, ella y yo.
   -Me estoy por volver a vivir a Buenos Aires -contesté en el mismo viaje alucinante-, pero si vamos a vivir los tres juntos me quedo. No voy a desperdiciar una oportunidad así.
   -Sí, quedate.
   -Todavía tiene que estar de acuerdo tu amiga.
   -Sí, pero le vas a gustar.
   -Me saqué la lotería -dije con una sonrisa mientras apretaba su cuerpo desnudo contra el mío y nos perdíamos en el abrazo, perfectamente henchido de amor. Así, aunque sin tener idea, estábamos engendrando al ex primer ministro de Dinamarca. 


1 comentario:

  1. Dieguis espero compartir el mdma contigo, hace tiempo que no consumo químicos pero una noche contigo sería increíble e irnos de fiesta por esos barrios argentinos que tanto anhelo conocer y claro a esos hombres prometedores en la cama. Me encanta tu historia de amor y espero te visite pronto el chico danés y algún día junto a su amiga formes tu feliz trinomío.

    ResponderEliminar