por DI para EDM
La muestra
(aunque muestra no es la palabra) se montó en una antigua casona de la
Roma, zona de la capital mexicana donde a principios del siglo veinte
construían sus ambiciosas residencias las familias más adineradas, y
cuyo trazado conserva a pesar de las muchas intervenciones posteriores
cierta grandiosidad propia de su concepción acaparadora del tiempo y el
espacio. Para recorrerla se juntaba a la gente en grupos de unas
veinticinco personas. Se les hacía quitar anillos y pulseras, se les
pedía que se arremangaran hasta el codo y se lavaran las manos en
lavatorios instalados ad hoc en el vestíbulo de entrada (el DF es una
ciudad muy mugrienta).
Entonces se daba paso a una sala antecedida del título “Interfases”,
donde una suave música electrónica traía el calor del atardecer en una
playa del Pacífico mexicano, y tras un breve tiempo necesario para
habituarse a la penumbra rojiza, podían distinguirse brazos y piernas
humanos, que avanzaban en el espacio desde huecos de las paredes y
estructuras de exhibición. A distintas alturas se presentaban plantas
del pie, que como alto relieves animados sobresalían apenas de la línea
de la pared, y una sucesión de muslos, corvas, pantorrillas, manos y
brazos. Formaban una colección de calculada variedad convencional: de
aspecto femenino y másculino, flacos y gordos, de texturas, tonos de
piel y regímenes pilosos de lo más diversos. En apariencia inmóviles,
los miembros estaban en posturas que hacían obvias tanto la comodidad
relajada de sus dueños como la vida que los animaba.
Los visitantes empezaban por tocar con la yema de los dedos las partes
expuestas, las apretaban con suavidad o las recorrían a lo largo. Se
reían con nerviosismo. Después apoyaban más la mano y la movían en una
caricia, los más avispados tratando de intensificar el contacto y
diferenciarlo de algún modo del de los demás (no tenían ningún éxito,
eran cientos de visitantes por día). Al cabo de los quince veloces
minutos que tomaba este precalentamiento se abría una puerta luminosa al
fondo de la sala, se indicaba así que había que seguir.
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