Más tarde de lo que me habría
gustado, porque una amiga recuperada me tienta con un
desayuno en su casa que se prolonga demasiado e incluye jugos de
zanahorias, manzanas, naranjas en mezclas que ella hace, voy el sábado a la marcha mundial de la marihuana.
Corriendo salgo de los pasillos subterráneos en plaza de mayo, convertida por la radiancia del sol en un sitio magnífico, y de una me salta la cantidad de jóvenes conurbanos sentados en grupitos, conversan a la luz del cielo azul. Nada de cosmopolitismo de corredor norte, que si está es minoría y no se hace notar. A los diez minutos ya compré un brauni por 15 pesos a un rastafari que vende dos por 25. Confundido como siempre, le doy 25 y saco uno, “son dos por 25”, me recuerda gentilmente, y como estoy solo me devuelve los diez que le di de más. “Uno te va a pegar bien”, me dice y no miente, porque el domingo a mediodía todavía seguiré agradablemente colocado (y agradecido).
Corriendo salgo de los pasillos subterráneos en plaza de mayo, convertida por la radiancia del sol en un sitio magnífico, y de una me salta la cantidad de jóvenes conurbanos sentados en grupitos, conversan a la luz del cielo azul. Nada de cosmopolitismo de corredor norte, que si está es minoría y no se hace notar. A los diez minutos ya compré un brauni por 15 pesos a un rastafari que vende dos por 25. Confundido como siempre, le doy 25 y saco uno, “son dos por 25”, me recuerda gentilmente, y como estoy solo me devuelve los diez que le di de más. “Uno te va a pegar bien”, me dice y no miente, porque el domingo a mediodía todavía seguiré agradablemente colocado (y agradecido).
“Acá
va a ser imposible encontrarlo”, pienso mientras recorro la plaza
superlotada en referencia a uno del chat que dijo que iba a estar y con quien tuvimos un
encuentro que terminó sin ningún (signo de) amor. Derivo por la
concentración, tomo fotos (ninguna que valga la pena), en la ropa de los manifestantes predominan tonos grises y medio
tristones. Pero se les superponen su alegría sencilla y su sincera buena
onda, que no predominan menos y son insuperables. Como llegué muy sobre la hora casi no tengo tiempo de caminar la plaza antes de que se largue la
marcha y yo con ella.
Para
cuando piso la 9 de Julio me han obsequiado un par de secas que
junto con el brauni me ponen a boyar de lo más campante. Para encontrar a quien supongo también anda por ahí fumando, avanzo
hasta el frente de la manifestación, decidido a peinarla. En el centro de la avenida de Mayo me pongo a caminar. Pero
en vez de mirar al Congreso le doy la espalda, ¡camino para atrás! mientras contemplo a la
multitud manifestante. Voy un poco más lento que la masa, es decir
que todos me superan y al mismo tiempo me ven caminar en su misma dirección, sin pausa de espaldas, hacia atrás.
lo que se hace por amor |
Seis cuadras transcurren sin que me de
vuelta, lo que provoca reacciones diversas (por qué
caminás para atrás, me interrogan; estoy buscando a un amigo,
miento; otros hacen música o ruido y un grupito entona la melodía de la pantera rosa para acompañar mis aterciopelados pasos). Voy
de lentes espejados (la lente derecha está partida en múltiples
fragmentos, que sin embargo en su mayoría aún se sostienen en el
marco), lo que por un lado me aísla y distancia de las miradas ajenas motivando
sospecha, y por otro me asegura una situación en la que mis
emociones más íntimas siempre estarán a resguardo. Decido
entonces quitarme los lentes, pero la luz me molesta muchísimo (ando con un
problemita en los ojos), lo que me permite justificar esa cobardía
y volvérmelos a calzar. Es una performance con que contribuyo a la
alegría de la jornada.
La
verdad, fue un fiestón. Los jóvenes ofrecían por módicas sumas
ingeniosos y sabrosos comestibles (no sólo con thc) preparados con
sus manos y su amor, lo que sin dudas contribuyó a la notable buena
disposición general. Sin que se registrara el menor conato de
violencia, una vez
llegados al congreso la manifestación más duramente política resonaba desde un camión altavoz. Pero no
totalizaba el encuentro, que tiene todas las condiciones para en unos
años disputarle a ésta el título de mayor fiesta pública de la
ciudad. Hablaron políticos, representantes cogolleros, militantes
por la libertad y el abogado del rock. Las consignas no pudieron ser
más agradables: cultivo mi flor, no al narcotráfico, mis actos privados son míos, etc.
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