china es,
según el diccionario tal vez más consultado del castellano, el de
la RAE, la forma común a varias palabras distintas. Algunas de
ellas son:
china3.
(Del quichua čína, hembra, sirvienta). 1.
adj. Am. Dicho de una persona: de ojos rasgados. U. t. c. s.
12. f. Arg. Entre gauchos, mujer (‖ persona del sexo
femenino).
Ahora
resulta que tengo una (por así mal decir) china(2-3) en
mi casa. La conocí en otra era de mi vida, hace ya 12 años (como se
encargó de recordar ella al llegar), entre los vapores de la
contaminación que da su bouquet único a la capital mexicana.
-Por
favor, no me lo hagas -me rogó entonces, la única vez que
compartimos la cama desnudos, aunque la concha le latía con la
violencia de lo que reclama intervención. La tuvo, lo que de todos
modos no fue óbice para dar lugar a su solicitud.
Después
de ese intenso encuentro nos despedimos como
amigos. Durante más de diez años la fui olvidando, pero ella tuvo
un año atrás experiencias que le hicieron revivir ese pasado y
añorar completarlo (se la pusieron por primera vez, siendo
ya muy mayor de edad). Así que me escribió y se invitó a
visitarme. Le dije que sí, porque en mi casa de todos modos hay una
habitación libre y me encanta recibir visitas del extranjero.
Sin
embargo, cuando poco antes de que llegara me mandó su itinerario caí
en la cuenta de que coincidiría con otro huésped en mi casa (en
realidad un subinquilino que puso a correr la corriente de fascismo
que medra en el edificio donde vivo).
cabalgó por primera vez en su vida |
“Te
aviso que vas a tener que dormir en la misma cama que yo”, le
escribí a la coreana. Además no te puedo ir a buscar a Ezeiza
porque no tengo auto, agregué para dejarle las cosas claras de
movida. “Gracias por avisarme cómo son las cosas” contestó a
los dos días (es profesora de castellano y lit. hispanoamericana en
Corea), tras pensar (dijo) si convenía venir o no, y se vino.
“Tengo
frío”, me hizo saber ya el primer día, dos horas después de haber
llegado, estando los dos en mi cama, donde habíamos recalado para
que pudiera dormir una siesta y reponerse del largo viaje.
-Poné
las manos acá que está calentito -le dije llevándoselas a mi
entrepierna y haciéndole agarrarme la pija dura y caliente (cuánto
me excita esa mezcla de inocencia y deseo desatado).
-Yo
no tengo mucha experiencia sexual -contestó algo cohibida pero sin despegar sus deditos de la dura tibieza del falo.
-No
te preocupes, ya vas a aprender -auguré-.
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