viernes, 15 de marzo de 2013

qué desgracia, che...

no es lo mismo
Las vicisitudes de la tortuosa agonía de la iglesia católica dejaron de interesarme hace décadas (si fui católico fue por unas pocas semanas y a los 10 años, embaucado por mi abuela, que no era mala), así como no me importan su jerarquía ni sus matufias corporativas, y me da igual quién sea bergoglio, su previsible pasado o sus opiniones medievales, en nada esencial distintas a las de su penoso antecesor. Sólo me pregunto con pena irremontable: cuántos años va a costar superar un papa nacional. ¡UN PAPA NACIONAL! QUÉ DESGRACIA, los peores males de este país (el catolicismo, el nacionalismo, la combinación de ambos) potenciándose entre sí hasta su apoteosis. Imparables

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