jueves, 11 de diciembre de 2014

cómo se realiza un orador


   La llamada por los antiguos “realización del orador” (“completio oratoris” en Cicero, De Oratore, I, xxiii–xxviii, en el sentido de que el orador podrá decir “me siento realizado”) exige que el sujeto inicie su perorata en condiciones que desautorizan su palabra y su persona. El orador habla, pero el auditorio comenta entre irónicas sonrisas lo que escucha, clava sus ojos sobre la figura como enjuta cuyo tono apagado y ripioso parece instrumento del delirio. En las grandes ocasiones, entre el auditorio hay quienes se ponen iracundos, insultan en voz baja o a los gritos. En este estado de cosas, el hombre -que hoy es una mujer- continúa hablando, hasta que de sus palabras nace el cambio. En su forma ideal es un cambio que el auditorio percibe como súbito, como un ingreso instantáneo en otra configuración o, más apropiadamente, en otra situación. Lo que sin embargo marca nada más que el comienzo de una progresión que terminará en la total adscripción de quienes escuchan no sólo a las tesis, sino también a la persona del orador (lo que implica que se deja de lado por completo toda posible esencia), que habiendo así embarcado a la gente sin que se diera cuenta, acto seguido la transporta por infinitos celestes. La misma voz que pareciera latosa y vacía se llena ahora de las más auténticas modulaciones de temple augusto y serena verdad. Es claro que hay buenos y malos oradores -como hay buenos y malos escritores-, y que ante un público instruido que conozca los secretos del mester los mecanismos serán necesariamente más sutiles, más complejos.
   La literatura está plagada de ejemplos en los que un personaje comienza a hablar en una situación adversa, en la que todo parece condenarlo y según todos los indicios presenta una tesis que le dará el último empujón al abismo; con el transcurso de su voz, sin embargo, todo se revierte y el personaje se gana a quien lo escucha (y a quien lo lee). Ejemplos notables de estos procedimientos se encuentran en la literatura inglesa, en particular en Shakespeare, que como de tantas otras cosas, no podía dejar de tomarlo también para la chacota. También lo hace muy bien el conocido Gandalf el Gris de Tolkien en su duelo con Saruman el blanco, interiormente corrompido pero todavía capaz de hablar con (apariencia de) magnifitud.
   El cine estadounidense ha producido el subgénero del policial que constituyen las llamadas películas de juicio (que tuvo en los ochenta una mini época dorada). En ellas, la mayor parte de la acción transcurre en una corte y consiste en sucesivas alocuciones a cargo de los personajes. Si estas películas no fueran de corriente tan malas y abarataran tanto el recurso, reduciéndolo a una reparadora revancha catártica, también se las podría considerar.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

secundario

Prefiero arrepentirme de ir que de no ir dije para convencer a otros y a mí mismo de asistir a la conmemoración de los 25 años del título secundario (“bodas de plata” dice la medalla tan cache que nos dieron, qué bodas de qué, yo no me casé con nadie) a encontrar compañerxs de cursada que no vi por décadas, en casos extremos dos y media.
la intensidad de la muerte
   Motivos para arrepentirme no hubo, porque la velada tuvo su buena intensidad -en definitiva es lo que cuenta-, y no obstante el acto confirmó el tono lamentable que desde quién sabe cuándo el colegio elige para pensarse y describirse (la grandeza we). 
   Penosa en especial la intervención del rector de entonces, según quien el mote de “institución única en el país y en Sudamérica” se aplica sin mediaciones al establecimiento y designa una virtud, cuando en caso de corresponderle sería lo contrario (un defecto y un problema, un problema además propio, que no debemos a ningunas condiciones que escapen a nuestro accionar sino que reafirmamos diariamente). Encima, el anciano creyó volver aceptable la noción de que integramos una elite con el falaz argumento de que el elitismo es algo a lo que todo el mundo aspira. Lo demostraría que cuando uno necesita atención médica busca los mejores centros de salud (“también conforman una elite”, sentenció), torpe confusión de excelencia con elitismo, que para colmo pasa por alto que el problema del elitismo no está en la calidad -ambición comprensible- sino en la exclusión, su condición de posibilidad.
desalojamos a 5° 15° -pobre gente, ese ordinal-
   El resto de intervenciones se centró -tal como la placa que se fijó en el claustro central- en la coincidencia de nuestro ingreso y la restauración democrática, porque encima, como subrayó el único orador hombre (a quien 25 años de abuso de la cocaína le quitaron el pelo de la cabeza y los ojos de las órbitas, manteniéndole sin embargo intactas las mañas y las muecas) somos la primera generación en muchas décadas que completó su cursada en democracia. En el after, envalentonado por el alcohol, sugirió que el Peronismo del ‘45 no fue una auténtica democracia porque “había presos políticos”, ¡qué!?? ¿acaso a alguien se le ocurriría impugnar la justamente festejada democracia en que vivimos desde 1983 por los muchos miles que hasta hoy sufren exclusión y violencia institucional, óbice mucho mayor para cualquier democracia que sus presos políticos,* definidos desde una perspectiva que es ante todo clasista y antipopular -como todo en su comportamiento-? Y eso para no mencionar que antes del régimen tan alegremente cuestionado las mujeres no votaban. En fin, el nivel del mamarracho.
   Si no se me escapó nada -algo muy improbable dado el pésimo sonido-, el primero de los discursos repasó los acontecimientos sociopolíticos que jalonaron nuestra vida desde que éramos alumnos, el último estuvo teñido de nostalgia y ninguno eludió el autoelogio. También esta vez, como en el anterior aniversario que celebró mi generación, faltó toda referencia a las consecuencias de que el resto de la sociedad nos haya pagado esa presunta educación de privilegio. Lo instalado es, según parece, que por haber estado en condiciones de resolver un examen merecíamos que el país ("el Estado somos todos") nos la financiara, y que su único sentido fue favorecer nuestro desarrollo individual. Al menos nadie sugirió otra cosa. Muy pobre para quienes se creen los mejores y pretenden -aspiran a- ser vanguardia.  
   Después hubo un ágape en la asociación de ex alumnos por el que habíamos pagado una fortuna; nos desquitamos colando a unas muchachas imprevisoras o insolventes. 
   Como sea, más allá de la -como queda dicho- intensidad del momento, es cierto que ejercer la crítica es fácil y tomar las decisiones indispensables para organizar etc, en cambio, un trabajo que hicieron en función de su imaginación -que nunca será la mía- quienes tuvieron la presencia de ánimo y el interés necesarios -que nunca será mi caso-. Eso hay que valorarlo, porque en la fiesta hablé un rato laaargo con mi primera novia -provocando el comentario irónico de uno de mis amigos nucleares-, y también con otra a la que siempre le tuve ganas (“nunca te creí”, me dijo, tal vez porque sabe que ahora tengo un novio, lo que no quita que aún hoy imagino con agrado que le cuento unos secretos en la concha; le prometí que colgaría en la web un video donde se me ve bailar desnudo).
Por lo demás, entre la concurrencia pudo reconocerse lo mismo que el colegio alentó desde el primer día -o más, desde el examen de ingreso-: la comparación, medida por medida, y así es que incluso entre mis amigxs se palpan todavía hoy los efectos de la satisfacción, no exenta de tintes miserables, de resultar favorecidx en el cotejo (que te repitan por ejemplo “qué bien estás, no cambiaste nada; no me divorcié, yo no me divorcié y tengo unxs jijxs divinxs”).

* Victoria Ocampo integra este sufrido grupo

lunes, 3 de noviembre de 2014

cómo se pierde un trabajo II

Hola clarita,
Llevo casi 20 años de traductor y en el último mes he tenido dos experiencias nuevas: 1) cambio de tarifa una vez iniciado el trabajo, y 2) descuento de los caracteres correspondientes a títulos de los documentos de referencia que estaban en inglés o alemán -lo que pone en evidencia que no se reconoce que en la decisión de no traducirlos intervenga algún saber específico-; no necesitás explicarme que a vos también te los descuentan ¡es obvio! de lo contrario sería completamente incomprensible que lo hicieras.
50 euros más o menos no van a cambiar mi vida -creo que la tuya tampoco, especialmente considerando que debés ser bastante más rica que yo-. Lo que no me impide pedirte por favor que no vuelvas a contactarme para trabajar en estas condiciones, que vienen con el condimento de un seguimiento muy cercano -cosa que no puedo sino agradecer- durante la etapa de traducción y un silencio repentino y todo indica que total una vez que el trabajo concluyó. Tengo la impresión -no encuentro nada que la contradiga- de que en las dos ocasiones en que trabajamos juntos, si no hubiera sido porque yo me comuniqué, nunca te hubieras vuelto a poner en contacto conmigo para liquidarme mis servicios. Es posible que consideres que hacer gestiones de cobro es parte de mi trabajo; si es así, es otra de las diferencias que tenemos.
Como te digo, es la primera vez en mi vida que me veo en situación de escribir un mail como éste, intuyo sin embargo que a vos no te ocurre lo mismo con su lectura.
Este tema para mí queda cerrado con esta comunicación, en cuanto a la factura, te vuelvo a pedir que hagas lo que te indique y te permita tu imaginación -tu idea de cómo cada una de nuestras acciones contribuimos a que el mundo sea más lindo-, y que por favor tengas la gentileza de avisarme cuando hagas la transferencia.
Cariños, que sigas bien

martes, 28 de octubre de 2014

antes y las semillas de chía


se te perdió la brújula
antes decías
acá por acá dale
es más lindo
menos grosero y menos concurrido
más insolente
lleno de humores
a veces pica hieres
pero se siente mucho
a los saltos entre especies vegetales
de olor sensual y pegajoso
puntas filos y agudezas
un paso más allá
en la posibilidad


y hoy mirá yacés
o te dejás llevar no sé
en un auto embotellado
la heladerita llena de comida
en hora pico
los seguros puestos
y esa voz ese loro incesante
en los parlantes
que repite lo bien que estamos
lo bien que hacemos
lo felices que somos
lo bien que nos hacen
las semillas de chía

viernes, 10 de octubre de 2014

sueños II

ni de cerca la de mis noches sin ti
Una nave espacial me transporta por infinitos celestes. Poderosa, sólida, amplia, veloz, y al mismo tiempo un modelo antiguo cuya capacidad de transformación (su mutación a la velocidad necesaria) no está garantizada. Ahora se ven y se oyen cosas más livianas y rápidas, más efectivas, pero no sé… A mí todavía me gusta mi nave nodriza, con sus pasillos silenciosos, su seguridad, su aire a fortaleza o caserón. Su fundamento. Me pregunto cuán modular es, qué posibilidades hay de moverle piezas, ajustarlas de nuevo para que renazca a un nuevo esplendor inédito, etc. también intuyo que mi nave tiene cantidad de áreas, espacios, zonas que ignoro, cuya exploración aún no he encarado. Y que
está viva. 

miércoles, 30 de julio de 2014

la máquina de soñar

    En una reunión asado en el frondoso patio de la casa de mi ex marido (es un decir, en realidad se trató de una unión civil llevada a cabo con fines sólo de legalización) converso con uno que dice estar a punto de terminar un prototipo de máquina para soñar: un dispositivo que se pone en la cabeza y durante el sueño lee las ondas cerebrales y las estimula, tal vez con sonidos o mediante ondas similares, de tal modo que seteando previamente las opciones adecuadas es posible programar los contenidos y la duración de los sueños. Dice que planea lanzar el aparato al mercado; nos pregunta cuánto estaríamos dispuestos a pagar por él, y agrega que 100 euros por unidad le parece justo. Muy interesado le pido más datos y me da su e-mail para
soñé que tenía ano contranatura
que nos encontremos a conversar, aunque minutos más tarde es él quien me pide a su vez el mío, mucho más interesado aún, tras escuchar que pronto me encontraré con uno de los mejores dealers de la capital alemana, que te consigue lo que quieras. Días después me escribe apremiándome a conseguirle algo, y de paso dice que ha descubierto con pesar que alguien en yanquilandia se le adelantó y puso a la venta una máquina como la que él imaginó. “Me apena que me hayan ganado de mano pero a la vez me alegra saber que estaba en el camino correcto”, concluye, mandándome el link. Quedamos en que si pinta alguna con mi contacto se lo haré saber.

jueves, 10 de julio de 2014

hasta que lo superemos


tres ideas sobre fútbol
   Se ha dicho ya que el fútbol es falocrático, totalitario, nacionalista, pasiones herederas del fanatismo religioso milenario y nutridoras de las peores guerras del siglo xx -por algo se lo cuenta con, entre otras, la gramática de la épica, es decir de la guerra: defensa y ataque, sufrir una dura derrota, “Mascherano, el héroe de la jornada”, “Alemania masacra a Brasil”, “Müller, máximo artillero”, etc-.
    Esos mismos rasgos, sin embargo, hacen del fútbol una cumbre de la civilización: un sistema de reglas -que además fundan un juego y un deporte- en cuyo marco las pasiones asesinas se sujetan al punto de volverse otra cosa -lo que si se piensa no es sino la definición misma de civilización-. Por lo demás, carece de significado a priori, y está en todo caso copado por una cultura -en particular por su versión argentina- que lo precede y es vil, misógina, homófoba, xenófoba, horrible bah. Y es eso justamente lo que sugiere que puede existir de otra forma.
pero si la danza es un deporte

   Lo prueba que en sus escasos 150 años de historia haya tenido tantas vidas, pasando de exclusividad aristocrática británica a deporte más popular entre los marginados de todo el planeta. Pocos años atrás incorporó la veta metrosexual -cuyo interés, si lo tiene, radica en lo que anticipó y sucede ahora:- y la queer: en Alemania se outeó a principios de año por primera vez un jugador de primera división, ex integrante del seleccionado e ídolo de la juventud; en Argentina los foros gays se regodean desde hace tiempo en los cuerpazos (?) de los futbolistas, en sus maneras y su presunta potencia sexual; Maradona, que siempre fue primero en todas las audacias, besó en la boca a Caniggia, y son ya un hecho de casi cualquier partido las tocaditas de culo, los bulteos y otras bromas similares que le dan al todo un tinte de creciente intensidad. Entre las muchas formas que puede tener el fútbol, está el espacio donde plantar bandera: espero ansioso el momento en que se murmure que alguno “está de titular sólo porque se mueve al presidente del club” y que haya travas futbolistas. Es cuestión de tiempo
    Sólo mediante una abstracción es separable el fútbol de su producción televisiva -intensidad que hoy lo constituye-, y siendo un negocio tan enorme es obvia su subordinación de la política: en esa arena Europa se enfrenta a América Latina, y para la mafia de la FIFA no existe peor final que una exclusivamente tercermundista, por la enorme pérdida en espectadores ricos. “Me encanta ver cómo los alemanes con sus tácticas calculadas al milímetro se enfrentan a los equipos africanos, que juegan en un caos sin estrategia” escuché de boca de un alemán psicoterapeuta, que con el comentario colocó el partido en el terreno del combate simbólico entre centro y periferia.
    Por último, aunque tal vez sea lo primero, gracias a la magia de la televisión cada final de un mundial es el estado más parecido a bailar juntxs que haya alcanzado la humanidad, y probablemente seguirá siendo así durante muchos años. Hasta que lo superemos.

miércoles, 4 de junio de 2014

Gerontophilia

(otro tratado sobre la representación)
   Horas antes volar a su encuentro me llama desde Copenhague mi novio Hamlet -quien en su país se ha vuelto un comodín mediático para temas de género y feminismo: lo paran en la calle, lo reconocen en el sauna, es famoso.
   -Tengo un problema -me dice.
  Oh no, pienso, ahora me pide que no vaya, que necesita un tiempo, últimamente lo vengo notando distante, para no mencionar las muchas veces que tengo la impresión de habitar otro universo (nació de ancestros pescadores y vikingos en una aldea de la costa escandinava, y le llevo 20 años).
   -Me preguntan de un diario por qué entre los miembros de las parejas del mismo sexo hay grandes diferencias de edad con mayor frecuencia que entre los de las de distinto -dice sin embargo, sorprendiéndome una vez más, ahora con su idea de problema-.
   -Porque en las relaciones igualitarias se ejerce más la libertad -le digo tras vacilar un poco, y después completo vía mail:-, “la de las edades similares es otra de las constricciones burguesas cuyo sentido se diluye en la contemporaneidad, y en tanto el colectivo queer superó ya en su misma constitución una constricción mucho más fundamental (el tabú de las relaciones igualitarias), el esfuerzo y el estruendo de superar ésta y otras limitaciones queda obnubilado”.
   Al mismo tiempo tengo la suerte -el tesón, apenas horas antes de embarcar- de asistir con mi amigo más cinematográfico, en el primer día del Asterisco, al estreno en Buenos Aires de Gerontophilia (2013), la película más narrativamente convencional, más homogénea y tersa del director canadiense Bruce laBruce. Su obra más formalmente vendible -más comercial- es también la más previsible en su peripecia, y lleva la diferencia etaria entre los amantes a su extremo: un chico (18, 20?) y un anciano (82) se enamoran. La película es de una ternura avasallante -los terribles celos irracionales que poseen a la criatura cuando otros (cree él) quieren chamuyarse al veterano- que no excluye a nadie de su gracia -incluso la egoísta madre se salva, al final, cuando acompaña al hijo en su dolor, olvidando que ha cometido la “asquerosidad de cogerse a un anciano”-. La felicidad que despliega la película se apoya sin embargo en dos poderosos clichés: la sabiduría reposada de la última vejez y la cándida bondad de la primera juventud. Totalmente distinta del Bruce laBruce punk, Gerontophilia trampea un poco también al elegir para el papel del joven a una criatura a la que le basta sonreír para echarse el mundo a los pies. Algo similar vale para el anciano: si no es bello, sí es encantador -que sea negro y puto de todos modos debe tener algún valor en una película que incluye la línea “las mujeres son el negro de la Historia”-. (Un breve aparte merece el uso cuentísticamente magistral que hace laBruce de una gigantografía de Gandhi: sólo sabremos lo que hemos visto al verla por segunda vez, porque la primera, aunque está ahí, ocurre en un plano invisible.)
un potro, un ser de luz
   ¿Se produce con el combo una estetización de la relación homosexual anciano-joven que la vuelve soportable y hasta placentera -idílica- para el gusto burgués? Tal vez, pero la película es un goce de principio a fin, y lo es porque si bien es cierto que el chico se enamora del viejo, eso le ocurre porque son los ancianos quienes le producen erecciones -éste es el punto que no debe perderse de vista y que la película subraya en introducción nudo y descenlace-.

jueves, 29 de mayo de 2014

sos yegua marta

I

   -Se está muriendo el petiso -es lo segundo que me dice Checho, mientras todavía estoy bajando las cosas del auto-.
   Es el dueño del campo lindero, que estaba trabajando y cuando me vio llegar dejó todo y se acercó. Aunque me lleva pocos años, la dura vida de trabajo agropecuario -contrajo brucelosis hace décadas-, sumada a que ni la literatura ni las drogas ni las ideas modernas sobre cuerpo & mente/cerebro han influido en su visión del mundo, ha hecho de él un hombre adolorido y rígido. De jóvenes o adolescentes teníamos una relación amistosa que nunca alcanzó intimidad. Con mis hermanas y primxs sospechamos que en circunstancias sociales más propicias habría tenido la felicidad de explorar formas disidentes de lo sexoafectivo; un verano en la prehistoria me dio incluso la impresión de que estaba a punto de decirme algo del estilo, pero se frenó (“no, bueno, mejor prefiero no contarte”, se refugió en su silencio inexpugnable, algo de lo es difícil que se haya arrepentido, dado que desde entonces nuestro vínculo no hizo más que adelgazar). Al tiempo se casó con una muchacha de ascendencia alemana y tuvieron una hija. Un año o cosa así después ella tuvo una crisis emocional muy aguda, y desde entonces casi no sale de la casa, se ocupa en las labores domésticas y para tener un ingreso extra trabaja de ponerle la tapita a envases de témpera vacíos, que serán después rellenados por detrás y vendidos a alumnos de primaria. Le pagan tipo 3 centavos por envase. Mientras hace eso mira televisión, telenovelas, tiene a sus pies una bolsa enorme llena de tapitas, otra de envases, y otra donde echa los pares enroscados.
    -Lo vi -le contesto; vino a hablarme del petiso-, pero me pareció que ya estaba muerto.
   -Hoy a las tres todavía estaba vivo. Se había caído en el camino y lo moví al costado para que no estorbara. Le acerqué unas plantas de maíz y alargó un poco la boca. Pero no sé si habrá comido algo.
   Lo dejó ahí donde yo lo vi al entrar, un bulto parduzco con aire de cachivache tirado junto al camino. Mi primo lo compró hace diez años o más para que las nuevas generaciones -sus hijxs, mis sobrinxs- hicieran sus primeras experiencias equinas. Ya entonces era anciano, nunca lo vi galopar ni trotar, y en los últimos tiempos apenas caminaba, tenía los ojos rodeados de puses y sólo unos dientes romos arriba y abajo en la mandíbula. De este invierno no pasás, le veníamos augurando año a año, y ahora parece que los primeros fríos ejecutaron al fin la sentencia.
   Le repito que para mí ya está muerto. Me propone ir a verlo. Nos lanzamos a caminar en la tarde fría y radiante, con el sol de frente, por la huella de entrada. El animal sigue como lo vi, inmóvil sobre el suelo, pero al llegar Checho le da una patada en el casco de una mano y cobra movimiento. Da una trabajosa respirada, se estremece. Si se mira con atención se ve cómo le late la piel en el costado, cerca de la axila, si es que ese rincón anatómico existe en los caballos.
    -Ves -me dice-, todavía está vivo. Pero no probó las plantas que le traje. Se ve que ya no tiene fuerzas ni para comer. Habría que matarlo, para que no sufra.
    -No creo que pase de la noche. El frío lo va a liquidar.
   -En el campo dicen que cuando un caballo está muriendo hay que matarlo para evitarle sufrimiento. Hay un verso famoso. Cómo es... Cómo va a pedirme que le pegue un tiro si lo vi nacer, si me hice su amigo y le enseñé a pacer..., es el peón que se niega a matar al caballo, aunque en ese caso es que el animal se mancó y el patrón le pide que lo sacrifique. No es que está viejo, como éste. Pero la costumbre en el campo es matarlos para que no sufran.
    El ojo del petiso que mira al cielo está abierto y las moscas celebran en su gelatina viscosa un concurridísimo congreso, otra de cuyas sedes es la oreja del mismo lado. Uso una de las plantas de maíz que el animal ya no comerá para cubrirle esas partes, para eliminarle al menos esa molestia que de todos modos ni debe ya sentir, reducido como ha de estar a la mínima ensoñación de sus últimos suspiros.
    -Yo lo mataría, pero cómo -digo-. Si tuviera una pistola lo mataría.
  -El arma la tengo en el pueblo, la puedo traer mañana. Si sigue vivo lo matamos.
    -Y si no cómo podemos hacer.
    -A palazos.
    -No, a palazos no -me niego porque recuerdo un ternero que hace años, en mi adolescencia, había nacido mogólico o espástico y había que sacrificar, pedí matarlo y quise probar hacerlo a mazazos como tenía idea de que se hace en los mataderos; le pegaba en la cabeza una y otra vez, golpes secos en la base de la nuca con una maza pesada y negra pero sólo lograba quebrarle los huesos y arrancarle mugidos de dolor deficiente mental. No quiero repetir esa experiencia de tortura-, de última lo degollamos, voy a buscar un cuchillo a casa.
    Pero tampoco creo que sea tan fácil; me acuerdo una vez llegamos de tarde y adelante en la manga habían dejado un novillo caído, se les había quebrado y lo habían tirado ahí a que muriera solo. Era verano y el pobre animal había quedado como una semana entera sin moverse, sin agua. Ya todo el lado que tenía apoyado contra el suelo, la lengua y la pata quebrada estaban agusanados. A pesar de eso todavía podía mugir. Me imagino el delirio que sería su vida. Lo maté con una cuchilla, pero no salió de una, tuve que buscarle la yugular y no se la encontraba, tuve que hundirle el facón hasta el fondo varias veces para matarlo.

    Mientras rememoro, el petiso vuelve a respirar un estertor. Tengo que hacer un esfuerzo mayor al imaginado para deslizarle mi pie casi completo debajo del cuello, y a los pocos instantes siento en todo el empeine el calor de la bestia muriente, que me traspasa el calzado. A partir de ese momento ya no hay más respiraciones, como si esa mínima dificultación del paso del aire hubiera bastado para inclinar la balanza. El latido que se veía en el pecho se convierte a los minutos en un temblor veloz que captura la panza y se extiende hacia el resto del cuerpo, hacia las patas, amortiguándose. El animal se pone tenso, se estira íntegro. 
el toque asesino
   -Se muere -dice el Checho. 
   Abre la boca, separa los labios, saca los dientes, se estira sin fin. Las patas sobre todo estira. Y ahí queda. Inmóvil. Mañana de mañana va a estar rígido y frío. Ya se fue, cruzó, lo que sea.
   -Bueno, lo hemos visto morir, al menos no murió solo -dice el Checho como si fuera un ser querido, le falta la gorra en la mano-.
   Los otros tres caballos que hay en el potrero se acercaron. Uno es un potrillo hermoso que nació en primavera. Es confianzudo y se acerca a olernos, descubre las plantas verdes de maíz y se las come.
    -La vida que termina y la vida que empieza -digo lo que sale al paso.
Detrás aparece la madre del potrillo. “Sos yegua Marta” pienso porque echa a su cría y se acapara las plantas de maíz.
    -Querés venir un rato a casa a tomar unos mates -le digo al Checho.
    Es medio tarde y pronto va a oscurecer, y él se vino desde el pueblo en moto, pero igual acepta. Hace años que no tenemos un tete a tete, siempre hay alguien más, en general gente que anda conmigo, familia o amigos.

II
   Mientras se calienta el agua prendo el fuego en el hogar, se ve que la noche va a ser fría. Checho cuenta algunas cosas de su vida, me dice que su hija -que ya es grande y estuvo también en el histórico recital que se hizo en la misma ciudad donde estudia Bioquímica- está bien y que su mujer también, siempre con sus tubitos de témpera.
   -¿Y vos, en qué andás? -pregunta entonces, dejando con su pregunta una puerta abierta que tras alguna vacilación -que tiene forma de un somerísimo repaso por mis monótonas circunstacias sociolaborhabitacionales- decido atravesar.
    -Tengo un novio. Un chico -digo marcando bien la “o”-. Pero no vive acá sino en etc.
   Le doy detalles de cómo lo conocí y de cuando vivimos juntos en mi casa de Buenos Aires; me asegura que está todo bien y pregunta cómo reaccionó mi familia. “¿Y tu papá qué dijo? Porque las mujeres, bueno, son más permisivas”.
  -Justamente hace unos días me enteré de una persona de acá que es homosesual- dice después.
    -¿Ah, sí? Hombre o mujer
   -No, no, hombre -dice como si otra cosa fuera imposible-. Un hombre grande, ya viejo, y hace poco supe que vivió así toda la vida, con otro. Estaba en la sala de espera del médico y el tipo hablaba conmigo, medio que se me arrimaba, pero bien, porque estaba lleno de gente, me tocaba los brazos. Mis compañeros después me dijeron por qué.
    Se hizo de noche, no prendí los faroles y estamos conversando al resplandor del fuego en el hogar.
    Después no sé cómo terminamos hablando de la mayor desgracia de los últimos treinta años, según la describo, y pregunta cómo digo eso, de la iglesia, de la muerte de Dios. Cuando se va me asegura que al día siguiente vendrá con su camioneta y juntos cargaremos el cadáver para lleverlo lejos, a alguna zanja donde no contamine el aire ni el agua. Por mi parte le pido que maneje con cuidado la información que le di. Algo que nunca diría alguien que revelara un noviazgo heterosexual. Pero bueno, ya era hora de que se supiera en el campo.

viernes, 9 de mayo de 2014

incierto futuro d una relación

    -Pero che, a vos cualquier bondi te deja bien, te da todo lo mismo -me dice desde una silla en mi casa uno que contacté por chat cuando le manifiesto que me resulta igualmente atractivo que pasemos a las manos del modo que él prefiera o que continuemos con la conversación agradable de conocernos en encuentros de incierto futuro.
lo importante es q haya relación
    Lo importante, le digo, es que haya una relación, porque con una persona copada -como vos, obvio- se disfruta cualquier formato; por eso para mí podemos ser tanto amigos como amantes, y ambas cosas en diversos grados y formas a priori incluso excluyentes.
    -Una relación se termina cuando uno deja de verse -me dijo una vez la misma idea mi amigo salvatore, aunque para describir un final y no un principio-; no importa si cuando te ves peleás o discutís o pensás que el otro es taradx, si te ves es porque tenés relación. Si no te ves, no.

jueves, 8 de mayo de 2014

Madriz vs. resto del mundo


Tras leer La novela de Perón (T.E. Martínez, 1985) quedo con la idea de que la historia argentina habría sido radicalmente otra si en vez de exiliarse en el oscuro Madriz -encima de Franco- perón hubiera recalado en México por ejemplo o, mucho mejor, París. Otra sociabilidad habría pautado sus días, otros visitantes habrían cruzado las puertas de una quinta que no se habría asociado a nombre tan feo como Puerta de Hierro sino a algo mucho más florido, supongamos la primavera del ‘68, que tal vez habría neutralizado o borrado o transmutado o sustituido a los horribles personajes que formaban su séquito en 1973, cuando devolvió en Ezeiza. 
-Para ciudades fascistas ya tengo la mía -contesté por algo cuando me mencionaron la posibilidad de mudarme a la capital de España-.
Como sea, en el peronismo hay algo que siempre será la madriza franquista, por mucho que lo lamentemos quienes tenemos una parte, algo, que siempre será peronista.

viernes, 18 de abril de 2014

amasaje colectivo en el huracán redondo


I.
    -Nunca vi que que se entrara así a un recital, ¡ya caminamos como dos horas! -lanzó una mina mientras recorríamos con otras miles el largo camino de acceso, delimitado por un vallado que obligaba a hacer unas 30 cuadras para salvar una distancia de apenas 500 metros.
    -Es manejo de multitudes -le contestó mi amigo salvatore.
la multitú
  Es que si bien el rodeo era innecesario para llegar al hipódromo tal vez haya sido necesario para mantener a las masas ricoteras ocupadas (ocupadas en la alegre vida social de la caminada por el fresco nocturno y en el consumo de choripanes y fernés, que debe haber superado en una sola noche el de todo el verano) y así ordenar la energía de la previa en una ciudad cuya población estable se triplicó en sólo un día con gente que no tenía donde dormir ni ir al baño. Es sabido que estas disposiciones ordenadoras son propias de los grandes recitales en estadios, género de espectáculo que vimos nacer y codificarse en el siglo xx y volverse un producto donde todo está calculado. Pero en Gualeguaychú las diferencias con esos negocios previsibles y pautados fueron abismales, empezando porque casi no se veía policía -la onda de les asistentes la hacía innecesaria, fue la mejor en todo momento, no vi ni siquiera conatos de mala onda ni pelea- y porque en el momento de llegar finalmente al hipódromo nadie exigía las entradas. Es decir que entraron todos los que llegaron, y sólo pagaron quienes podían.

II.
    A las 19:05, en el momento de dejar el auto, nos clavamos media pepa cada uno. La droga había estado guardada dos años sin muchos cuidados. A esta idea volveríamos con insistencia una hora y media más tarde, al no sentir efectos asociables a la sustancia, y nos llevaría a mandarnos media pepa más. Pasaron otros setenta minutos y como seguíamos sin notar la variación recurrimos a la carga de emergencia, una dosis de mdma, ya de una bien servida para salvar riesgos de que se nos pasara el recital sin nada.
    -Vamos a ir para adelante, no? -le lancé un rato después, ya en el hipódromo, a salvatore-. Mirá que yo vine para eso y sin eso no me voy.
    -Obvio -me dijo-.
   Pero mucho más obvio fue lo que pasó una vez que estuvimos a escasos 30 metros del astro, apretados entre la multitud: nos pegó todo junto el cóctel en combiné, agitado encima por una excelente marihuana, y nos encontramos de pronto sumergidos en el lavarropas de calor y cuerpos apretados que iban y venían como olas un día de tormenta, y también en el barro donde se nos hundían enteramente los pies hasta bien por encima de los tobillos.
    Por otro lado, salvatore se había encontrado como de milagro con su reciente amigo Nicolás -quien lo había surtido de las magníficas flores que habíamos estado fumando-, y a partir de ahí estuvimos juntos.
mi amigo con su amigo florista
    -No puedo creer lo que todavía es capaz de hacer mi cuerpo -me confesó en el intervalo que a mí me sirvió para usar por segunda vez en mi vida un baño químico.
    Él había temido salir lesionado por las presiones de la marea humana y yo que la dosis de estimulantes resultara excesiva. Pero se ve que el frío de la noche se comió el breve excedente de energía y más allá de unos instantes de intensidad brutal la salud volvió a reinar.

III.
    La música de los redondos -la que toca el indio- es magnífica y única, pero aunque esté en el origen del encuentro como justificación y motor y tenga entre sus efectos principales que los conciertos no se llenen de la gente desagradable que integra en parte la audiencia de, por ejemplo, Madonna o el Lollapalooza, hace años dejó de ser lo que el público va a buscar. Fuimos a Gualeguaychú no a escuchar música sino a la reunión multitudinaria y al baile masivo, a vivir y componer ese amasaje colectivo cuya intensidad no tiene hasta donde sé parangón en ningún lugar del mundo, y se me ocurre la mayor de las consagraciones para un artista. Hasta hace unos días creía que la mayor obra de arte de la historia de la humanidad -por ser multitudinaria y colectiva, por la intensidad de su libertad y participación- tenía lugar una vez por año en Alemania; ahora pienso que el sábado a la noche fui uno de sus artífices.

IV.
barro tal vez
    Aunque salvatore remarcó en varias oportunidades su diversidad, para mí en el público redondo hay mayoría de postergados, frustrados, gente pasto del fracaso social que sufre los abusos del poder sin rebelarse más que de modo epidérmico -no porque los ignore sino porque no está dispuesta a entregar su última libertad organizándose para combatir la pendejada de que todo es igual, siempre igual, todo igual, todo lo mismo. Así lo dejaba ver un chabón enteramente embarrado que se puso a llorar a lágrima batiente al lado mío cuando se prendieron las luces del final y terminó ese momento de pura felicidad en su vida (tu infierno está encantador, esta noche está encantador). Esto (la felicidad aunque sea momentánea del aquel cuya vida es una permanente lucha llena de sinsabores) es lo que emparenta el redondismo al peronismo (escuché hablar bien de cristina y de evita montonera un par de veces en la noche), y lo que lo hace incomprensible para cualquier periodista con un mínimo nombre,* que nunca estará en condiciones de vivirlo, ya que la idea de que se le manchen los zapatos o alguna otra prenda le resulta incompatible con su modo de asistir a espectáculos y de escuchar música, que hace desde las salas de catering y tribunas, con su credencial abrochada.





*De más está decir que ningún asistente a los recitales comete la estupidez de hablar de misa ricotera, papa redondo ni incurre en ninguna de esas expresiones que sólo quedan para la prensa elemental.

viernes, 4 de abril de 2014

intensidades II

    Uno de mis históricos amigos íntimos se entera en Melbourne, donde vive desde hace años, de que su padre murió mientras junto con su madre vacacionaba en México. Se toma el avión y aunque tarda 36 horas llega a Buenos Aires antes que el cadáver y la viuda. Ella, vistiendo aun el traje de baño que no se sacaría en 27 horas, le ha advertido por teléfono: “no te acuestes en la cama de tu papá”. Pero no sirve de nada, porque al llegar a la ciudad donde nació, el estrenado huérfano se entera de que dos de sus tres hermanxs (la tercera había viajado a México para los trámites de repatriación del cuerpo) no perdieron tiempo y ya se tiraron en la cama del hombre, la abrazaron, y llorando apoyaron la cabeza en la almohada.

a mi última fiesta de disfraces llegué 
con una camisa de toalla amarillo patito
que había sido del muerto
¿Qué es esta devoción por las ropas de cama de un muerto (o de alguien a quien se ha perdido, como sabe cualquiera que haya sido abandonadx por un gran amor)? Es que esos objetos permiten por un instante volver a percibir mediante los sentidos (especializaciones del tacto) a quien se ha vuelto para siempre insentible: el olor que dejó en su ropa y en sus cosas es lo último que podrá percibirse de esa persona del mismo modo que si todavía estuviera. Porque aunque el intelecto o las grabaciones en formatos cada vez más diversos permitan recuperarla en múltiples recuerdos y no olvidarla (e incluso besarle en sueños), para los sentidos de la vigilia se ha perdido, y ésa es la fuente de todo el dolor.

domingo, 23 de febrero de 2014

un flash

I.
El segundo casamiento entre hombres al que asisto (en realidad el tercero contando el mío, si bien técnicamente se trató de una unión civil y no ocurrió en Argentina) fue un flash en reedición permanente (y esto mucho más que la topísima boda de uno de los faros intelectuales de la contemporaneidad, que aun con su importante cuota de bizarría y esplendor, en todo momento, incluso en el que estábamos todos ya muy drogados, mantuvo su prevista homogeneidad). Esta boda fue un flash en primer lugar porque los contrayentes se casaron por iglesia. Lo hicieron en una iglesia luterana de tradición europea del barrio de Belgrano, a la que llegué justo puntual como es mi maldición a las 21 00, con pantalón nuevo que me sentaba espléndido y me senté en un banco largo al lado de una pareja de ancianes, ambos de pelo blanco y según confirmaron su entusiasmo y conocimiento de las letras al cantar, miembrxs de toda su vida de esa tradicional grey. De cabellos que fueron rubios y de ojos celestes, les ancianis pasarían buena parte de la ceremonia con las manos enlazadas, transidos de emoción. Para mejor, quien ofició la ceremonia -que empezó casi una hora más tarde- fue una mujer sacerdote. Se cantaron cosas propias de la iglesia (una versión del padrenuestro que canté como pude porque era horrible) y se celebró misa. Como la hostia era pan hecho por la madre de uno de los novios, no pude resistir la tentación de sumarme a la fila comulgadora (por segunda vez en mi vida; la primera había sido a los 16, un día que entré muy drogado a una iglesia y los vi a todos formados como ovejas y me metí por pura diversión). Al llevarme a los labios la copa con “la sangre de cristo”, un vino dulzón donde flotaban los pajaritos de los muchos comulgantes anteriores, le eché una mirada completamente lasciva al sacerdote ayudante que me la daba, un veterano 50+ de excelente ver, pelo corto blanco y ojos celestes, a quien -estoy seguro, porque después me lo crucé un par de veces en la fiesta y no sabía cómo mirarme- no se le escapó el tenor de mi gesto.
Aunque un toque larga, la ceremonia fue entretenida y variada, no le faltaron momentos emocionantes, y tuvo su coronación en el beso que los novios se dieron ante los ojos deslumbrados del rebaño multietario, cuyos miembros, eses atildadxs vejetes, seguramente nunca imaginaron que verían algo así en su propia iglesia. Todes parecían sin embargo muy satisfechos. Para mí, que tengo tirria a todo lo eclesiástico, fue como hacer turismo, como si en Cuba o Brasil me invitaran a ver un rito umbanda. “Que estén juntos hasta que dios lo disponga”, dijo la mujer al casarlos.
torta de bodas con ambición realista

II.
La fiesta no fue un flash menor. Uno de los contrayentes, el que me invitó, es médico -lo conozco porque cantamos juntos en un coro-; su familia se vino para la ocasión desde el sur profundo, santa cruz o del estilo, donde vive, si bien sus ojos azules, su pelo claro y su iglesia delatan inconfundible ascendencia europea. Al otro lo vi por primera vez esa noche, no sé qué hace, pero sí que es de Gonzalez Catán; su morocho pelo lacio y el color de su piel etc me sugirieron que buena parte de sus ancestros vivían en nuestro subcontinente antes de la invasión hispánica. Además, junto con toda su familia (que incluye un hermano que es el vivo retrato de Patoruzú, excepto porque el pelo largo lo curte atado en colita) da la impresión de pertenecer a otra clase social que el médico y sus invitados: a una clase que no tiene acceso a bienes de lujos, a la educación terciaria ni a los viajes transhemisféricos. O sea que son medio pobres, medio indios, pero todo medio. En esa rara conjunción, en una unidad procurada por los novios que no terminaba de cuajar a pesar de la voluntad que se esforzaban por demostrar sus parientes, transcurrió la fiesta, donde no pude bailar todo lo que como me habría gustado.

III.
Para contribuir a la insolemnidad de la situación llevé una hermosa gargantilla de perlas cultivadas que me dibujaba una única línea de esferas brillantes de nácar alrededor del cuello, más bien ajustada. Lamenté, además de un penoso servicio de chistes el cual más machista y heterosexista que descolocaba a los contrayentes una y otra vez, que no hubiera más putis, más gente queer; había sí un grupito, pero además de estar como arrinconados eran parte del morochaje y no se animaban o no estaban en condiciones de interactuar con el resto, tal vez intimidados por la preponderancia de una forma de lucimiento social que no era la suya. Unx me echó una de esas miradas que invitan o significan o provocan, no sé bien, pero tampoco yo estaba en plan de encarar una conversación que las circunstancias no favorecían y sólo me atraía por lo extemporánea. Hubiera sido demasiado llamativo y hay circunstancias en las que prefiero el perfil bajo.
A mi regreso me alcanzó en su auto una pareja de veteranos de la grey: ella una sesentona muuy arraglada y polite, y él un sueco de nombre Sven, también entrado en años, a quien su trabado acento y la frase “nadie va a defender la dictadura [76-83], pero la dictadura fue resultado de la ineptitud de quienes gobernaban” definen enteramente. Un flaxh.

viernes, 24 de enero de 2014

habrás de ver...

la mató mucho más
   No hay peor mal que la soledad, que de a poco aniquila el cerebro. Sin amigxs ni compañerxs, quien está solo se vuelve mendigo insaciable de amor: acepta la menor migaja, desesperado, como si lo fuera todo y sin importar de dónde provenga, pero a la vez nunca le basta.
   ¿Cómo se conjura la soledad, cómo se la elude? Las familias -cualquiera sea el denotatum del término, de extensión cada vez mayor- son el camino más fácil y probado, con sus numerosas garantías de fúnebre tranquilidad hasta el último día de vida. Tal vez porque todos venimos -al menos en la imaginación- de alguna forma de familia. Los amigos posiblemente también, aunque es difícil que su unidad resista las vicisitudes de las vidas individuales, sujetas a fuerzas de mayor jerarquía social (una vez más, la familia).
   Si mi madre enloqueció (no me refiero sólo a su locura de hace décadas, oportunamente diagnosticada y superada, sino a la que todavía hoy padece) fue a causa de la soledad (sobre cuyos motivos no viene al caso disquicionar ahora). Haber tenido que afrontar los últimos 30 años de su vida sin otros interlocutores que sus hijos (por fortuna cuatro, amadas hermanas) la mató mucho más que el mero tiempo que lleva de vida.
   Tener una casa también es imposible en soledad. Darle vida, hermosearla es una tarea que puede hacerse bien de a dos, de a tres o más, pero que para una sola resulta ciclópea y agotadora. Sé de quienes viven solos y tienen hermosas casas, pero en general es gente que nada en dinero (que en tanto metáfora pobre del amor puede generar estabilidades indefinidamente). 
   Si a mi novio Hamlet le pinta una historia con alguien de su país o de su continente, aunque sea una cosa tenue, como la que podría yo empezar con cualquier mongui (digamos), una amistad pajera o lo que sea, quiero saberlo.