miércoles, 30 de julio de 2014

la máquina de soñar

    En una reunión asado en el frondoso patio de la casa de mi ex marido (es un decir, en realidad se trató de una unión civil llevada a cabo con fines sólo de legalización) converso con uno que dice estar a punto de terminar un prototipo de máquina para soñar: un dispositivo que se pone en la cabeza y durante el sueño lee las ondas cerebrales y las estimula, tal vez con sonidos o mediante ondas similares, de tal modo que seteando previamente las opciones adecuadas es posible programar los contenidos y la duración de los sueños. Dice que planea lanzar el aparato al mercado; nos pregunta cuánto estaríamos dispuestos a pagar por él, y agrega que 100 euros por unidad le parece justo. Muy interesado le pido más datos y me da su e-mail para
soñé que tenía ano contranatura
que nos encontremos a conversar, aunque minutos más tarde es él quien me pide a su vez el mío, mucho más interesado aún, tras escuchar que pronto me encontraré con uno de los mejores dealers de la capital alemana, que te consigue lo que quieras. Días después me escribe apremiándome a conseguirle algo, y de paso dice que ha descubierto con pesar que alguien en yanquilandia se le adelantó y puso a la venta una máquina como la que él imaginó. “Me apena que me hayan ganado de mano pero a la vez me alegra saber que estaba en el camino correcto”, concluye, mandándome el link. Quedamos en que si pinta alguna con mi contacto se lo haré saber.

jueves, 10 de julio de 2014

hasta que lo superemos


tres ideas sobre fútbol
   Se ha dicho ya que el fútbol es falocrático, totalitario, nacionalista, pasiones herederas del fanatismo religioso milenario y nutridoras de las peores guerras del siglo xx -por algo se lo cuenta con, entre otras, la gramática de la épica, es decir de la guerra: defensa y ataque, sufrir una dura derrota, “Mascherano, el héroe de la jornada”, “Alemania masacra a Brasil”, “Müller, máximo artillero”, etc-.
    Esos mismos rasgos, sin embargo, hacen del fútbol una cumbre de la civilización: un sistema de reglas -que además fundan un juego y un deporte- en cuyo marco las pasiones asesinas se sujetan al punto de volverse otra cosa -lo que si se piensa no es sino la definición misma de civilización-. Por lo demás, carece de significado a priori, y está en todo caso copado por una cultura -en particular por su versión argentina- que lo precede y es vil, misógina, homófoba, xenófoba, horrible bah. Y es eso justamente lo que sugiere que puede existir de otra forma.
pero si la danza es un deporte

   Lo prueba que en sus escasos 150 años de historia haya tenido tantas vidas, pasando de exclusividad aristocrática británica a deporte más popular entre los marginados de todo el planeta. Pocos años atrás incorporó la veta metrosexual -cuyo interés, si lo tiene, radica en lo que anticipó y sucede ahora:- y la queer: en Alemania se outeó a principios de año por primera vez un jugador de primera división, ex integrante del seleccionado e ídolo de la juventud; en Argentina los foros gays se regodean desde hace tiempo en los cuerpazos (?) de los futbolistas, en sus maneras y su presunta potencia sexual; Maradona, que siempre fue primero en todas las audacias, besó en la boca a Caniggia, y son ya un hecho de casi cualquier partido las tocaditas de culo, los bulteos y otras bromas similares que le dan al todo un tinte de creciente intensidad. Entre las muchas formas que puede tener el fútbol, está el espacio donde plantar bandera: espero ansioso el momento en que se murmure que alguno “está de titular sólo porque se mueve al presidente del club” y que haya travas futbolistas. Es cuestión de tiempo
    Sólo mediante una abstracción es separable el fútbol de su producción televisiva -intensidad que hoy lo constituye-, y siendo un negocio tan enorme es obvia su subordinación de la política: en esa arena Europa se enfrenta a América Latina, y para la mafia de la FIFA no existe peor final que una exclusivamente tercermundista, por la enorme pérdida en espectadores ricos. “Me encanta ver cómo los alemanes con sus tácticas calculadas al milímetro se enfrentan a los equipos africanos, que juegan en un caos sin estrategia” escuché de boca de un alemán psicoterapeuta, que con el comentario colocó el partido en el terreno del combate simbólico entre centro y periferia.
    Por último, aunque tal vez sea lo primero, gracias a la magia de la televisión cada final de un mundial es el estado más parecido a bailar juntxs que haya alcanzado la humanidad, y probablemente seguirá siendo así durante muchos años. Hasta que lo superemos.