lunes, 4 de abril de 2016

el retorno de viejas antinomias

lleno de cívico decoro, 
y limpio de odio y de oro
-la mariscala-
   En los años 1990, liderada por ella, se impuso una lectura de los escritores argentinos jugada en su intervención en la cultura europea (el s.xix de París) desde los márgenes (las orillas, la América latina), cuya versión más lograda y conspicua (la más europea) era la de Borges. El par centro-periferia encontraba modulaciones en otras dicotomías rastreables en la historia de la escritura, como la biblioteca y la espada (los dos linajes), la ciudad y el campo, etc, siendo la matriz de todas el par civilización - barbarie. Yo era alumno universitario y tenía impresión de que el debate que precedía la lectura de Borges (lectura que en verdad era parte de una disputa simbólica con esos mismos centros, imperialistas también en el nivel de la aldea global universitaria) estaba superado, en parte gracias al trabajo de autores como el mismo Borges: para nosotros (mis amigos, mi generación) no representaba problema alguno asumir la tradición europea como propia, e igual de fácil nos persuadíamos del privilegio de nuestra situación americana, de la felicidad de nuestra propia lengua (gracias también a los laboriosos que nos precedieron).
   Al inaugurar las jornadas con que se conmemoraron los 100 años del nacimiento de Rubén Darío, el catedrático de la vanguardia en estudios latinoamericanos describió el campo de acción e intervención política y literaria del poeta (nicaragüense) mediante el par inviolable / violado, donde al primer término corresponde lo irreductible del continente (lo indio) y al segundo, el logos que lo trabaja (la espada, el dinero, las autopistas). Además, Link caracterizó la llegada de los europeos a América como el hecho de mayores consecuencias en la historia desde no me acuerdo cuándo, en cualquier caso más importante para la humanidad (para cuál) que todo lo que vino después.
   En la lectura de Darío que asomó en su presentación, y en la que esbozó el “mayor experto mundial en Darío”, el nicaragüense Jorge Arellano, la relación entre nuestra América y Europa fue el más mencionado de los ejes. No por capricho el congreso sobre el mestizo de sangre chorotega se llamó “la sutura de los mundos”.
   ¿Sustenta esto la remanida acusación de que el mundo académico no hace sino regurgitar una y otra vez las mismas ideas, en un aburrido -diabólico- juego burocrático de puntajes y publicaciones? Tal vez, aunque haber desplazado el norte de Borges a Darío (algo que no se limita a la efemérides, ni se explica por ella) marca una variación en la construcción de la brújula que por mi parte sólo puedo saludar con entusiasmo: los interlocutores privilegiados ya no son los académicos de Europa, sino los americanos.
  En cualquier caso, el nuevo avatar de la vieja antinomia indica que mi generación todavía no llegó al poder. O que está en otro lado, leyendo a los brasileños, entre otras cosas.