no es lo que parece |
En la
película Chase a Crooked Shadow (michael Anderson, 1958), Anne
Baxter (quien en 1950 había sido la contraparte de Bette Davis en la
célebre All about Eve) encarna a una heredera multimillonaria
llena de secretos. En realidad todos los personajes los tienen y nada
es lo que parece, porque cada uno interpreta a conciencia y fríamente
su papel y monta su escena, sólo que el espectador (en parte por
algunas innecesarias líneas de diálogo puestas para engañarlo, tal
como ocurría en la a pesar de eso excelente Nueve Reinas) no lo sabe. Anne Baxter, como
en All about Eve, actúa así de una mujer que actúa
(finge), e intenta a toda costa mantener su ficción. En la película
estadounidense lo consigue, en la inglesa, fracasa.
Una
serie primero y después una película hicieron eje estructural
-cuando no argumental- de esta tradición (que se encuentra entre
otros muchísimos sitios en Hamlet, McBeth y en -casi- todo el resto
de la obra de Shakespeare, en episodios del Quijote y en el cuento
“La muerte y la brújula”): Misión Imposible. En la cuarta
entrega de esa saga cinematográfica que sobrevive a su mayor defecto
(el actor a cargo del protagónico, que ayer estuvo rompiendo las pelotas por acá) hay una secuencia brillante: en
el edificio más alto del mundo, en Dubai, debe llevarse a cabo una
transacción entre una mala y un malo. El equipo de misión imposible
les hace creer a ambos que la reunión tiene lugar mediante la suplantación en pisos distintos de las respectivas contrapartes, y haciendo subir y
bajar los bienes de intercambio. La secuencia está presentada
mediante un montaje paralelo (también porque entre los miembros del
equipo hay comunicación permanente) y evita el recurso fácil de la
suplantación de identidad mediante máscaras, así como la
orquestada puesta en escena evita en principio la violencia (hasta
que la desata un imponderable), lo que la integra al verdadero linaje
de Misión. “Ambos creerán que tuvo lugar una reunión que nunca
ocurrió”, explica un personaje.
Lo
bueno de estas orquestaciones (es la palabra), que serán mejores
cuanto menos tecnología y más ingenio usen, cuanto más sencillas y
menos violentas, es que integran como actores a aquellos a quienes se
engaña, para lo cual deben montarse sobre sus creencias y
convicciones. Esa mecánica es el principal motivos por el que
siempre seré fan de Misión Imposible. Otro es la espectacularidad
de la acción y las locaciones, que también me hace amar aún hoy a
007.