viernes, 31 de diciembre de 2010

Regreso triunfal de La Familia Triunfal II


  Boquitas Pintadas, segunda novela de Manuel Puig, transcurre mayormente en su pueblo natal -reconocible tras su nombre impostado- tres décadas antes de editarse (1969); Pubis Angelical, escrita diez años después, sitúa una de sus líneas argumentales en México DF durante el último año del gobierno de Isabelita. Libros muy distintos, en ambos funciona como motivación actancial, y sin que sea necesario esfuerzo verosimilizador alguno, la idea -que convive con otras sobre el mismo tema, incluso divergentes, aunque más difusas o en sordina- de que el matrimonio es una cárcel para las mujeres. La vida de casada es un estorbo para su desarrollo, al subordinarlas al marido y/o a los hijos, y definirlas -limitarlas- como esposas y cuidaniños. Es una de las formas que tomó el desprestigio de la familia, muy en boga en los 60 -70 e impulsador -o respaldador al menos- de cantidad de divorcios, algo que en esas mismas décadas dejó de ser un lujo de clase para democratizarse, tal como los orgasmos.
   Ahora, el poco contacto que he tenido con mi círculo más inmediato de amigos me permite constatar -no sin cierta pena, no voy a mentir- el regreso triunfal de la institución familiar. Además de la absurda discusión ya consignada, testimonio de la omnipresencia del tema en cuanta conversación me toca presenciar (lo que lo nombra como fuente de sentido de estas vidas), encontré la triste exacerbación encarnada en dos casos: niños a quienes al terminar el preescolar (o sea, a los cinco años) se les organizaron sendas celebraciones de egresados con instancias en cinco (¡cinco!) días distintos, y que tuvieron su culminación en conspicuos teatros de la ciudad (uno de ellos, uno de los más bellos y mejores, el Coliseo, escenario de grandes hitos culturales).
  Se equivocaría quien creyera que se trata de colegios chetos o aristocráticos, son apenas institutos privados concurridos por una clase hoy pudiente y modernosa cuyos antepasados, hace tres generaciones, vivían o bien a salto de mata en otros países o bien limpiando casas y atendiendo puestos a la calle en éste. Es decir, gente sin fundamento que se prende de cualquier cosa para tener la ilusión de que tiene una vida, a través de la hipóstasis de los hijos y La Familia. ¿Puede concebirse peor pesadilla? Vive la vie celibataire!

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Regreso triunfal de La Familia Triunfal I

   En la quinta que una amiga alquila durante el verano en Pacheco, una madre se manifestó alarmadísima por la relación que su suegra (mujer infernal, pero que por haber entregado incondicionalmente su alma -al dinero y el darwinismo social- luce un tinte de grandeza) tiende a establecer con su hijo, de dos años y meses.
   “Donde está tu papá”, preguntó el crío, en su presencia, a su abuela paterna. “Muerto”, contestó sin faltar a la verdad la veterana. La madre del niño, ayudada por una pasmadora ingenuidad, pretendía que todos los presentes (incluidos los tres hijos de la señora, entre ellos su propio marido) compartiéramos la reprobación que le inspiraban la respuesta y sobre todo la libertad que se había tomado la sincera abuela de contestar sin consultarla una pregunta tan delicada, de ésas cuyo tratamiento, según ella, es exclusiva potestad parental.
   -Lo mismo que si a mí un nene de otra persona me pregunta cómo nacen los bebés; yo no le voy a responder -sostenía la troglodita-. Preguntále a tu papá le digo. Es algo que deben contestar los padres de acuerdo con su propio criterio.
   El resto de los presentes (los tres hijos de la abuela del niño, incluido el marido de su alarmada madre) le discutía. Pero no su idea preservativa de la relación entre el niño y la verdad, sino sus intenciones de interferir el vínculo con su abuela y la absurdidad de querer controlar hasta el menor estímulo capaz de incidir en la psiquis del infante.
   -A mí cuando pregunté cómo salían los hijos de la panza me dijeron que a las mujeres les hacían un tajo y los sacaban -se quejó a su turno de los presuntos eufemismos explicativos una joven nacida en Rusia, agregando que la idea, en la que creyó mucho tiempo, le parecía “una agresión muy fea” que la había hecho rechazar durante años la idea de maternidad.
   Hoy la rusa también es madre, y esa noche sorprendió a toda la concurrencia (incluso a su azorado marido) al contar también que al venirle la menarca su madre le puso en las manos una película pornográfica. “Me quedé cinco días mirándola, estaba fascinada”, agregó con nostalgia. “Volvía de la escuela y lo único que hacía era mirar esa película”.
   -¿Aprendiste la lección? -preguntó mala onda fascistoide su cuñado, el padre del niño que desató la discusión.
   La segunda instancia de su iluminación, también facilitada por mano materna, fue una edición rusa de la obra del marqués de sade. La rubia y temperamental mujer repitió su deslumbramiento adolescente por el alto voltaje sexual de la obra, mientras todos los presentes la escuchábamos sin llegar a dar crédito completo a lo que decía. Estábamos hablando de Rusia Comunista y de una educación superadora.
   -En ese libro se describen copulaciones homosexuales, masoquismo, violencia -recordé en un intento de justipreciar la osadía y vanguardismo de su educación rusa.
   Fue entonces que la madre del niño que ya no ignora que su bisabuelo está muerto encontró por fin la ocasión de mostrar su corrección política y apertura mental: arrobada, con los ojos húmedos, me contó (de no tenerme como oyente ni se le habría ocurrido mencionarlo) que las primas de su hijo, más grandes que él, lo visten de mujer y lo pintarrajean.

martes, 28 de diciembre de 2010

Hamlet - Así nace el Amor I

Así empieza el amor

   Desde hace años tengo un perfil en un sitio de contactos sexuales entre hombres. En los primeros tiempos pasaba horas (perdía horas) en busca de un joven agradable dispuesto a compartir un buen momento en bolas. Ahora me limito a tener abierto el perfil (estar online) y ver quién me visita o me manda mensajes.
   Hace tres meses, todavía en Berlín, tras volver a mi casa ya en las primeras horas de un jueves después de la sesión semanal de canto con el coro, me puse a boludear y ver quién me había visitado, como quien lee para juntar sueño. En eso apareció un sacado con el nombre “scandinavian boy” que me bombardeaba con mensajes y parecía desesperado por encontrarse. “No busco escorts, gracias”, le contesté de una: su perfil tenía el signo $ propio de quienes reciben dinero a cambio de servicios sexuales, cosa que hasta ahora nunca contraté. “No soy un escort, abrí este perfil porque me pareció divertido. Pero no soy un escort. Querés que nos veamos?”, repetía. El sujeto declaraba 20 años, 195 cm y 76 kg, lo que sumado al “scandinavian” del nombre avivó mi curiosidad e interés. Su premura por encontrarse esa misma noche (ya eran las dos de la mañana) y que no tuviera una sola foto en su perfil, en cambio, despertaron mi alarma.
   Finalmente me mandó un par de fotos a mi correo electrónico en las que se veía espléndido (en una de ellas, con los ojos vendados mientras se metía una verga en la boca) y que junto a la presión que ejercía para encontrarnos “esa misma noche” me hicieron ceder. Le di mi calle y número, pero me reservé el timbre (precaución que hasta entonces nunca había considerado necesaria) por temor a que fuera un sacado o alguien desagradable. Después me fui a dormir. Ya he tenido la experiencia de alguien que dice “voy” y jamás aparece, y encima estaba cansadísimo. Si viene me despierta el teléfono, pensé. Y así ocurrió. Tras lo cual me asomé al balcón a pesar de lo frío de la noche y vi un sujeto delgado, vestido de gamulán con capucha -ya empezaba a estar fresco Berlín- y zapatos puntiagudos de elfo, que miraba la pantalla de su teléfono a la espera de una respuesta. Le abrí.
   Cuando lo tuve frente a mí me sorprendieron sus ojos, la sonrisa fresca y divertida y el corte a la taza de su abundante pelo lacio y rubión (aunque no llega a ser blondo, sólo castaño claro). Lo hice pasar y cuando se quitó la ropa pude ver su cuerpo largo y flexible, la piel todavía adolescente, su innegable hermosura. Él debe haber encontrado también virtudes en mí, dado el inmediato apego que me manifestó y lo bien que lo pasamos. Se quedó a dormir (no me soltó en toda la noche), y cuando a la mañana siguiente se fue después de negarse a tomar un desayuno (creo que yo ese jueves tenía que ir a trabajar, y él se negó a probar algo más que distintas secciones de mi cuerpo), quedamos en volver a vernos. No había caído aun la noche en la capital alemana que ya tenía un par de mensajitos suyos en mi móvil. Así empezó el amor.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Ulrik y la monja del siglo 14


   En la fiesta del post anterior estuve conversando y apretando con Martina, amiga histórica de la cumpleañera Mlt. En mi primera juventud habré cambiado con ella máximo un par de saludos, al punto de que no sabía su nombre, pero ya entonces sus rasgos afilados y el fuego duro de sus ojos me hacían sospechar un espesor (sexual) compatible con el mío.
   Mientras conversábamos y bailábamos, la mina mencionó que es católica, no sé a cuento de qué, aunque es algo que yo no podía ignorar porque Mlt organizó toda su vida en función de ese culto abominable, al que pertenecen sus amistades más próximas.
   -Me llevo muy mal con el catolicismo, como con todas las religiones -contesté con la mayor sinceridad- las detesto.
   Ella contó también que tras 20 años de trabajar en ong por sueldos miserables y fines nobles ahora tiene “desde este año” un puesto estable en el poder judicial (sin dudas uno de los nombres del inframundo). “La jubilación, y todo eso”, acotó.
   Al final estábamos los dos muy borrachos -el día siguiente padecí una resaca como hacía años no tenía- y nos dimos al facilismo de los besos. Fue una experiencia agradable y divertida, aunque carente de fogosidad.
   -Te aviso que no tengo resto para nada más -me advirtió más o menos rápido.
   -No, yo tampoco -contesté sin mentir.
   Abandonamos juntos la fiesta y la acompañé a tomar un taxi. Quedamos en que yo le pediría a Mlt su dirección de e-mail y nos reuniríamos a conversar. No por interés en una enventual relación de dos personas solas, sino porque por estar recién llegado necesito encontrar gente y conversar. Tengo que ampliar mi círculo social, la única manera de llegar a vivir a gusto en mi ciudad.
   36 horas más tarde le escribí a Mlt, que hasta hoy no contestó una palabra. Tal vez entre otras cosas porque en el transcurso de la noche le hablé a su amiga Martina de Hamlet, la última maravilla que ocurrió en mi vida. “Estuve los últimos tres meses de novio con un chico de 20 años”, dije recordándolo con nostalgia y amor. No sé qué comentario hizo. Ahora sospecho que la mina que creí libertaria y copada (lesbiana) es una atormentada monja del siglo xiv.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Fiesta en boliche de palermo


   Ayer estuve en la fiesta de mlt, ex compañera del secundario que celebró sus 40. Nunca fuimos grandes amigos, dadas las insalvables diferencias: ella es una fervorosa católica, y yo detesto todas las religiones. No obstante mantuvimos desde entonces un contacto cordial, saludos para los cumpleaños, etc, cosa que las velocidades internéticas facilitaron -si hubiera dependido del teléfono, hace décadas habríamos abandonado toda comunicación-. 
   Fui a la fiesta solo, porque de mis relaciones más próximas nadie mostró interés, y como estoy medio colgado pensé “bueno, paso un rato y después me voy a otro lado, a bolichear por ahí”. Llegué cerca de las 2:00, y me sorprendió una celebración llena de variadas vidas. Lo mejor es que en la fiesta, que tuvo lugar en un boliche de palermo de lo más in, había gran abundancia de putos, lo que se explica no por la innegable apertura de la siempre católica mlt, sino porque festejaba su cumpleaños junto con un amigo o colega que se ve que es del palo. Así que la pasé joya, bailé muchísimo y sobre todo fui espectador del state of the art de al menos cierta parte de la vida porteña (no la que más me interesa, pero por suerte el mundo es así de variado), que me he perdido los últimos 10 años. Durante la noche me le acerqué a un chiquito de lo más agradable, no tendría más de 24, y respondió con una danza ondulante y llena de energía, en la que arqueaba todo su cuerpo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Me voy a radicalizar


   Yo me voy a radicalizar. En mis intervenciones. Voy a radicalizar mi cuerpo -su ejercicio- y mis impulsos. Cuando tenga que presentarme en el campo, en la ciudad, en cumpleaños de parientes, en el trabajo que tenga, en general, sexualmente. Me voy a radicalizar.

jueves, 16 de diciembre de 2010

En el sucucho



Mi habitación, esa ruina 

   Tras residir 12 años en otros países del mundo voy a vivir ahora quién sabe cuántos meses en mi casa histórica, la misma donde pasé la mayor parte de mi niñezadolescencia, y juventud, ligada a mi familia desde hace más de 30 años, escenario de inolvidables fiestas.
   Todo en ella es hoy ejemplo cabal de decadencia y precariedad. Por ejemplo mi dormitorio: un colchón mugriento y vencido echado en el suelo, recubierto a su vez por una longeva moquette, de la que decir que tiene olor a perro mojado es halagarla. En partes, como en los zócalos, hechos también de baratas tiras de alfombra, está despegada de la superficie que debería cubrir, o comida, y al mismo tiempo abunda en bolitas de pelusa sucia. Lo ideal sería sacarla, algo que sin embargo no es posible de inmediato porque lo que hay debajo es el piso de cemento pelado, sin ningún tratamiento. Esto responde a que el cuarto, producto de una reforma tardía para agregar un dormitorio a la casa, se hizo eligiendo para todo la variante menos costosa disponible entonces.
   La ventana es de la misma pésima calidad, como muestra su carpintería: un pesado aluminio pintado de blanco cuyas dos hojas corren paralelas sobre rieles, dejando generosas luces por donde se cuela siempre el aire, y hasta la lluvia cuando las condiciones son extremas. Por suerte es verano, y el defecto deviene una ventiladora virtud. Semi-cubre la ventana una cortina de morondanga, insuficiente para su superficie. Si bien es muy linda -es lo único lindo en todo el dormitorio, adornada de ramitas de nutridas hojas rematadas en flores finamente bordadas, un volado, todo de una lindeza que no tiene nada que ver con la miserabilidad del resto del dormitorio, y es un pozo de hermosura que rompe así la isotopía del cuarto, haciendo un lugar a la esperanza- deja pasar la luz, en parte por ser enteramente blanca, por lo que dormir más allá de las 6 30 sólo es posible poniendo la cabeza en sandwich entre dos almohadas. 
   Para peor, el travesaño del que pende la cortina se desprendió de la pared cuando intenté colgarle, justamente para atenuar la luminosidad, un par de colchonetas de goma espuma que estaban en el piso, una de ellas viejísima y cubierta de una tela marrón muy raída; la otra directamente sólo un cacho de gomaespuma, amarillo y tan feo al tacto. Ambos restos yacen ahora abollados sobre un viejo colchón con décadas de manchas, doblado en cilindro y apoyado contra la pared, y cuya única función es aumentar la mugre del cuarto. El barrote de la cortina quedó apoyado en la pared, trabado para no caerse en un miráme y no me toqués.
   La pintura está obviamente descascarada o hecha burbujas por acción de humedades que afloran desde el más allá, tiñendo todo de un aire a catástrofe. Esas mismas humedades hicieron colapsar hace años el circuito eléctrico, por lo que no funciona el único enchufe (si bien no es imposible que entrañe riesgo de electrocución). En el contexto general el estado de la pintura es de todos modos un rasgo simpático con el que no tendría problema en convivir, porque se me hace que le da personalidad al sucucho, como le he dicho a este cuarto desde siempre, desde que dejó de ser la habitación de mi hermana mayor, hace ya muchas décadas.
   Al calamitoso estado del sucucho se agregan sus dimensiones: tiene espacio apenas para el colchón de plaza y media a dos de cuyos lados quedan sendas franjas de unos 35 cm y 45 cm respectivamente, que se usan para circular y amontonar los desperdicios etc.