domingo, 4 de noviembre de 2018

sociedad del miedo I

Hoy: seriedad mortal
   Muy de la vejez (aunque no exclusiva ni necesaria en ella) es la seriedad.  No tomarse las cosas en serio, sino con seriedad, con demasiada seriedad; no la disposición responsable esperable en quien atiende a la armonía, sino una actitud que confiere a cada instante una gravedad refractaria a la risa y formas afines de distensión y relax. Es el caso de un amigo (a esta altura más bien un ex amigo): envuelto en la coraza de su hermosa familia se ha vuelto una persona de lo más serio que he visto, en cada una de sus interacciones (las mínimas: una conversación telefónica, un mensaje de whapp) destila una gravedad de funcionario sobre quien pesan asuntos tremendos. Un nivel de seriedad que en otros tiempos él mismo habría juzgado ridículo y dinosaurio, y que supo fustigar al verlo en sus xadres, estructura ahora su persona y su vida. Es un viejo conservador que se respalda en la ley y el orden (en la propiedad privada, fuente y justificación del orden social carente de imaginación que soportamos), y piensa las relaciones personales en términos de abogados y demandas. Cogerá horrible, si es que todavía lo hace.
    Para mí esa seriedad -esa tumba- es correlato (función) del miedo que sin pausa se vocea por todas las bocas de expendio que articulan la vida social, es decir, hoy, Internet.