Prefiero
arrepentirme de ir que de no ir dije para convencer a
otros y a mí mismo de asistir a la conmemoración de los 25 años del título
secundario (“bodas de plata” dice la medalla tan cache que nos
dieron, qué bodas de qué, yo no me casé con nadie) a encontrar compañerxs de cursada que no vi por décadas, en
casos extremos dos y media.
la intensidad de la muerte |
Motivos
para arrepentirme no hubo, porque la velada tuvo su buena intensidad -en definitiva es lo que cuenta-, y no obstante el acto confirmó
el tono lamentable que desde quién sabe cuándo el colegio elige
para pensarse y describirse (la grandeza we).
Penosa en especial la intervención del rector de entonces, según quien el mote de “institución única en el país y en Sudamérica” se aplica sin mediaciones al establecimiento y designa una virtud, cuando en caso de corresponderle sería lo contrario (un defecto y un problema, un problema además propio, que no debemos a ningunas condiciones que escapen a nuestro accionar sino que reafirmamos diariamente). Encima, el anciano creyó volver aceptable la noción de que integramos una elite con el falaz argumento de que el elitismo es algo a lo que todo el mundo aspira. Lo demostraría que cuando uno necesita atención médica busca los mejores centros de salud (“también conforman una elite”, sentenció), torpe confusión de excelencia con elitismo, que para colmo pasa por alto que el problema del elitismo no está en la calidad -ambición comprensible- sino en la exclusión, su condición de posibilidad.
Penosa en especial la intervención del rector de entonces, según quien el mote de “institución única en el país y en Sudamérica” se aplica sin mediaciones al establecimiento y designa una virtud, cuando en caso de corresponderle sería lo contrario (un defecto y un problema, un problema además propio, que no debemos a ningunas condiciones que escapen a nuestro accionar sino que reafirmamos diariamente). Encima, el anciano creyó volver aceptable la noción de que integramos una elite con el falaz argumento de que el elitismo es algo a lo que todo el mundo aspira. Lo demostraría que cuando uno necesita atención médica busca los mejores centros de salud (“también conforman una elite”, sentenció), torpe confusión de excelencia con elitismo, que para colmo pasa por alto que el problema del elitismo no está en la calidad -ambición comprensible- sino en la exclusión, su condición de posibilidad.
desalojamos a 5° 15° -pobre gente, ese ordinal- |
Si no se me escapó nada -algo muy improbable dado el pésimo sonido-, el primero de los discursos repasó los acontecimientos sociopolíticos que jalonaron nuestra vida desde que éramos alumnos, el último estuvo teñido de nostalgia y ninguno eludió el autoelogio. También esta vez, como en el anterior aniversario que celebró mi generación, faltó toda referencia a las consecuencias de que el resto de la sociedad nos haya pagado esa presunta educación de privilegio. Lo instalado es, según parece, que por haber estado en condiciones de resolver un examen merecíamos que el país ("el Estado somos todos") nos la financiara, y que su único sentido fue favorecer nuestro desarrollo individual. Al menos nadie sugirió otra cosa. Muy pobre para quienes se creen los mejores y pretenden -aspiran a- ser vanguardia.
Después
hubo un ágape en la asociación de ex alumnos por el que
habíamos pagado una fortuna; nos desquitamos colando a unas
muchachas imprevisoras o insolventes.
Como sea, más allá de la -como queda dicho- intensidad del momento, es cierto que ejercer la crítica es fácil y tomar las decisiones indispensables para organizar etc, en cambio, un trabajo que hicieron en función de su imaginación -que nunca será la mía- quienes tuvieron la presencia de ánimo y el interés necesarios -que nunca será mi caso-. Eso hay que valorarlo, porque en la fiesta hablé un rato laaargo con mi primera novia -provocando el comentario irónico de uno de mis amigos nucleares-, y también con otra a la que siempre le tuve ganas (“nunca te creí”, me dijo, tal vez porque sabe que ahora tengo un novio, lo que no quita que aún hoy imagino con agrado que le cuento unos secretos en la concha; le prometí que colgaría en la web un video donde se me ve bailar desnudo).
Como sea, más allá de la -como queda dicho- intensidad del momento, es cierto que ejercer la crítica es fácil y tomar las decisiones indispensables para organizar etc, en cambio, un trabajo que hicieron en función de su imaginación -que nunca será la mía- quienes tuvieron la presencia de ánimo y el interés necesarios -que nunca será mi caso-. Eso hay que valorarlo, porque en la fiesta hablé un rato laaargo con mi primera novia -provocando el comentario irónico de uno de mis amigos nucleares-, y también con otra a la que siempre le tuve ganas (“nunca te creí”, me dijo, tal vez porque sabe que ahora tengo un novio, lo que no quita que aún hoy imagino con agrado que le cuento unos secretos en la concha; le prometí que colgaría en la web un video donde se me ve bailar desnudo).
Por
lo demás, entre la concurrencia pudo reconocerse lo mismo que el
colegio alentó desde el primer día -o más, desde el examen de
ingreso-: la comparación, medida por medida, y así es que incluso
entre mis amigxs se palpan todavía hoy los efectos de la
satisfacción, no exenta de tintes miserables, de resultar
favorecidx en el cotejo (que te repitan por ejemplo “qué bien
estás, no cambiaste nada; no me divorcié, yo no me divorcié y tengo unxs jijxs divinxs”).
* Victoria Ocampo integra este sufrido grupo