En
la fiesta del post anterior estuve conversando y apretando con
Martina, amiga histórica de la cumpleañera Mlt. En mi primera
juventud habré cambiado con ella máximo un par de saludos, al punto
de que no sabía su nombre, pero ya entonces sus rasgos afilados y el
fuego duro de sus ojos me hacían sospechar un espesor (sexual)
compatible con el mío.
Mientras conversábamos y bailábamos, la mina mencionó
que es católica, no sé a cuento de qué, aunque es algo que yo no
podía ignorar porque Mlt organizó toda su vida en función de ese culto abominable, al que pertenecen sus amistades más próximas.
-Me
llevo muy mal con el catolicismo, como con todas las religiones
-contesté con la mayor sinceridad- las detesto.
Ella
contó también que tras 20 años de trabajar en ong por sueldos
miserables y fines nobles ahora tiene “desde este año” un puesto
estable en el poder judicial (sin dudas uno de los nombres del
inframundo). “La jubilación, y todo eso”, acotó.
Al
final estábamos los dos muy borrachos -el día siguiente padecí una
resaca como hacía años no tenía- y nos dimos al facilismo de los
besos. Fue una experiencia agradable y divertida, aunque carente de
fogosidad.
-Te
aviso que no tengo resto para nada más -me advirtió más o menos
rápido.
-No,
yo tampoco -contesté sin mentir.
Abandonamos
juntos la fiesta y la acompañé a tomar un taxi. Quedamos en que yo
le pediría a Mlt su dirección de e-mail y nos reuniríamos a
conversar. No por interés en una enventual relación de dos personas
solas, sino porque por estar recién llegado necesito encontrar gente
y conversar. Tengo que ampliar mi círculo social, la única manera
de llegar a vivir a gusto en mi ciudad.
36
horas más tarde le escribí a Mlt, que hasta hoy no contestó una palabra.
Tal vez entre otras cosas porque en el transcurso de la noche le
hablé a su amiga Martina de Hamlet, la última maravilla que ocurrió
en mi vida. “Estuve los últimos tres meses de novio con un chico
de 20 años”, dije recordándolo con nostalgia y amor. No sé qué
comentario hizo. Ahora sospecho que la mina que creí libertaria y
copada (lesbiana) es una atormentada monja del siglo xiv.
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