How the former Prime Minister was born
Después
de tres o cuatro encuentros en los que la amorosidad fue ganando
consistencia, el siguiente hito con el escandinavo estuvo bajo el
signo de las drogas químicas. “Hace tiempo que quiero tomarme un
éxtasis con alguien que se acueste conmigo en la cama”, le dije al
hacerle la propuesta. Le ofrecí un poco del mdma comprado
meses antes en el festival fusion, y que no había tocado justamente
por no tener con quién compartirlo. Hasta entonces había tomado muchas veces esa droga
maravillosa, pero nunca en situación amante.
-¿Cuánto
pesas? -pregunté.
-74
-dijo.
Me
asombró: peso 78 y él es cinco centímetros más alto, si bien
también un poco más flaco y tal vez más ligero, menos denso. Así
que según su respuesta armé las dosis, como siempre a ojo, mediante
el procedimiento de dividir en montoncitos parejos la droga
previamente molida y hecha polvo (considernado que contaba con cerca de 800 mg, y que se calcula aprox. 1,2 mg por kilo de peso ).
Le
di a elegir entre dos pilas de polvo que de acuerdo con mis cálculos
eran equivalentes y a las que en una escala de 1-10 (donde 10 es
máximo pegue pero todavía nada de toxicidad, y 1 apenas el
reconocimiento, aunque indudable, de una alteración), correspondía
un 7 u 8.
-Elijo
la que tiene más -dijo.
Levantó
con los dedos húmedos el polvo y se lo tragó con ayuda de un Paso
de los Toros que había quedado de mi multitudinaria fiesta de
cumpleaños, ocurrida cosa de un mes antes. Yo hice lo mismo con el
otro montón, y él pidió lamer los restos que estaban en el plato.
No había pasado media hora y ya era claro que la substancia estaba
actuando sobre mí.
-No
me hace nada, no me hace nada -repetía sin embargo mi amigo sexual,
quien ya me había comunicado que hasta ese día no había probado
esa droga, ni ninguna otra a excepción de un poco de marihuana en
forma de hachís-.
Le
dije que si en un rato más no le hacía efecto le daría un pequeño
suplemento.
-Ahora,
dame ahora -contestó- porque si no vamos a estar desfasados.
Le
advertí que convenía esperar, pero salió con que me había dicho
mal su peso y por consiguiente la dosis que se había tomado le
resultaba insuficiente. Le dije que metiera el dedo meñique húmedo
de baba en la bolsita donde estaba el resto del polvo, que eso
bastaría para subirle un par de puntos. Así lo hizo. Cinco minutos
después insistía con que no era suficiente.
-Bueno,
mala suerte -contesté-. Ya está. Ahora vamos a esperar. Tal vez no
te haga nada. Pero yo creo que sí. Hay que esperar.
Y
al poco rato empezó un momento perfecto, en el que no dudaría en
eternizarme. La plenitud del amor, el contacto feliz de cualesquiera
superficies corporales -pero con énfasis en bocas y pijas-, caricias
de intensidad infinitamente fractal. No sé cuánto tiempo estuvimos
en la cama, no sé cuánto en la bañera, dejando que el agua nos
corriera por el cuerpo, acompañados por la música electrónica de
mi colección, inolvidable. Saqué la droga del cajón a las cinco de
la tarde, y de pronto era medianoche y estábamos en brazos uno del
otro con las trompas atadas por el amor, la hermosura y la
conversación incesante e inflamada como el universo entero
alrededor.
-¿Cómo
ves tu vida en el futuro? -le pregunté.
-Mhh.
No sé. Creo que me gustaría tener una linda casa y vivir con mi
novio. Trabajar en algo tranquilo.
-¿Pensás
que te gustaría tener hijos?
-Sí,
pienso tener hijos -declaró-.
-¿Y
cómo? ¿Con alquiler de vientre?
-Tengo
una amiga. Mi mejor amiga.
-¿Cogiste
con una mujer alguna vez?
-Nunca.
Pero igual puedo estar con ella y tener un hijo. De los dos.
-Yo
siempre soñé con un trimonio -le conté, estimulado por su idea-.
Vivir con un hombre y con una mujer en una relación de tres.
-Bueno
-dijo como si una decisión así estuviera en sus manos- ya está.
Podemos vivir los tres juntos. Vos, ella y yo.
-Me
estoy por volver a vivir a Buenos Aires -contesté en el mismo viaje
alucinante-, pero si vamos a vivir los tres juntos me quedo. No voy a
desperdiciar una oportunidad así.
-Sí,
quedate.
-Todavía
tiene que estar de acuerdo tu amiga.
-Sí,
pero le vas a gustar.
-Me
saqué la lotería -dije con una sonrisa mientras apretaba su cuerpo
desnudo contra el mío y nos perdíamos en el abrazo, perfectamente
henchido de amor. Así, aunque sin tener idea, estábamos engendrando al ex primer ministro de Dinamarca.
Dieguis espero compartir el mdma contigo, hace tiempo que no consumo químicos pero una noche contigo sería increíble e irnos de fiesta por esos barrios argentinos que tanto anhelo conocer y claro a esos hombres prometedores en la cama. Me encanta tu historia de amor y espero te visite pronto el chico danés y algún día junto a su amiga formes tu feliz trinomío.
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