Tras leer La novela de Perón (T.E. Martínez, 1985) quedo con la
idea de que la historia argentina habría sido radicalmente otra si
en vez de exiliarse en el oscuro Madriz -encima de Franco- perón hubiera
recalado en México por ejemplo o, mucho mejor,
París. Otra sociabilidad habría pautado sus días, otros visitantes
habrían cruzado las puertas de una quinta que no se habría asociado
a nombre tan feo como Puerta de Hierro sino a algo mucho más
florido, supongamos la primavera del ‘68, que tal vez habría
neutralizado o borrado o transmutado o sustituido a los horribles personajes que
formaban su séquito en 1973, cuando devolvió en Ezeiza.
-Para ciudades fascistas ya tengo la mía -contesté por algo cuando me mencionaron la posibilidad de mudarme a la capital de España-.
Como sea, en el peronismo hay algo que siempre será
la madriza franquista, por mucho que lo lamentemos quienes tenemos una parte, algo,
que siempre será peronista.
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