J.
Le Carré inventó el proverbio A man who has two loves
loses his soul. But a man who has two houses loses his head y lo
puso de epígrafe en su novela A perfect Spy (1986), de la que
gocé en mi adolescencia -ignoro qué me ocurriría ahora-. No es que
tenga yo dos casas (ni siquiera tengo una, aunque tal vez
nunca dejé
de tener varias, dispersas por los subcontinentes) pero la que habito
adolece de un problema que para la mayoría de mis conocidos es una
ambición: le sobra espacio. Seis ambientes amplios de techos lejanos
con tres o al menos dos puertas cada uno y altas ventanas de vidrios
repartidos que se abren a un balcón perimetral me hacen
alternativamente de dormitorio, comedor, living, sala de lectura y
biblioteca, atelier, escritorio y salón de danza, microcine y centro
de experimentación con drogas según el estado de mi ánimo y la
estación del año (el ala sur se pone muy fría entre mayo y agosto,
lo que provoca entre otras cosas que tienda a pasar el invierno en
Europa, lo que igual me sale a cuenta: tan onerosa es la
calefacción). Debo esta situación a que cuando volví al país
después de 12 años, dos tías abuelas (casi de la edad de mi madre
porque nacieron de un segundo y muy tardío matrimonio de mi
bisabuelo) tenían la vasta unidad, de la que son poseedoras
mayoritarias, vacía desde hacía cinco.
una obra inolvidable |
-Pago
los gastos y me instalo hasta que resuelvan la sucesión- les ofrecí.
Como
me tienen preferencia por sobre toda la otra parentela dijeron que sí
tras simular -mal- una consulta con el resto de los herederos.
Todo
iba más o menos bien hasta que semanas atrás una ellas, la que más
se mueve, cayó medio de sorpresa (te voy a visitar la semana que
viene, dijo y cayó el lunes a las 15:30), acompasándose en su
bastón, escudada en su magnífica presencia, recorrió uno a uno los
cuartos y quedó horrorizada por el abandono que lucen muchos
rincones de su “exquisita propiedad, joya edilicia”, como
proyecta escribir en el aviso de venta. Ahora estoy a la espera de
las reacciones, porque ellas, a pesar de ejercer una sana curiosidad
por los desarrollos más recientes de la vida social (y en particular
de mi vida personal), no dejan de ser mujeres muy conservadoras.
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