Ayer
estuve en la fiesta de mlt, ex compañera del secundario que celebró
sus 40. Nunca fuimos grandes amigos, dadas las insalvables
diferencias: ella es una fervorosa católica, y yo detesto todas las
religiones. No obstante mantuvimos desde entonces un contacto
cordial, saludos para los cumpleaños, etc, cosa que las velocidades
internéticas facilitaron -si hubiera dependido del teléfono, hace
décadas habríamos abandonado toda comunicación-.
Fui
a la fiesta solo, porque de mis relaciones más próximas nadie
mostró interés, y como estoy medio colgado pensé “bueno, paso un
rato y después me voy a otro lado, a bolichear por ahí”. Llegué cerca de
las 2:00, y me sorprendió una celebración llena de variadas vidas.
Lo mejor es que en la fiesta, que tuvo lugar en un boliche de palermo
de lo más in, había gran abundancia de putos, lo que se explica no
por la innegable apertura de la siempre católica mlt, sino porque festejaba su cumpleaños
junto con un amigo o colega que se ve que es del palo. Así que la
pasé joya, bailé muchísimo y sobre todo fui espectador del state
of the art de al menos cierta parte de la vida porteña (no la que más me interesa, pero por suerte el mundo es así de variado), que me he
perdido los últimos 10 años. Durante la noche me le acerqué a un
chiquito de lo más agradable, no tendría más de 24, y respondió
con una danza ondulante y llena de energía, en la que arqueaba todo
su cuerpo.
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