¡somos
novios!
Un
día Hamlet me invitó a su casa a cenar, en parte para espejar
las muchas veces que comía en casa cosas sencillas o complejas, en
todo caso siempre brindadas con el mayor cariño. Preparó unas
albóndigas sofritas, puré, y no me acuerdo qué más. No puedo
decir que estuviera delicioso (creo que no es mi tipo de comida; su
universo culinario todavía es el del adolescente que es, un poco
trash), pero puso tanto empeño en mostrarme su amor que me conmovió
profundamente. Tomamos bastante vino (le había preguntado por el
portero eléctrico, al llegar, qué prefería, y me mandó a
comprar). Después de cenar nos fuimos a la cama.
-Sos
el primer novio que tengo, y el más lindo de todos -le dije sin
mentir, hablándole en su boca-.
-¿Soy
tu novio? ¿soy tu novio? ¿soy tu novio? -contestó riéndose,
subiendo un tono en la escala musical con cada repetición de la
pregunta.
A
partir de ese momento empezó a llamarme “my boyfriend”, a firmar
“your BF” los mensajes, a presentarme así ante sus amigos,
conocidos, etc. Para mí todo tenía el tono de un juego divertido,
que por otro lado jugaba animadamente, con la conciencia extraña de
que sus días estaban contados por mi próximo cambio de continente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario