viernes, 11 de mayo de 2012

fin de semana militante II - superaciones


entre los mil distntos tonos de rojo, los míos
   El domingo siguiente al encuentro de la marihuana puede vérseme otra vez frente al Congreso. Voy con la excusa de sumarme a una foto en apoyo a la Ley de Identidad de Género, que según todo indica se aprobará en los próximos días (así ocurrió, para alegría de gran cantidad). La concurrencia es mucho menos nutrida que la víspera (lo que no impide encontrar a un conocido que, como yo, hizo doblete), y mayor la tasa de ojos azules, aunque también de travestis, transexuales y otros llamativos disidentes de la heternormatividad. La consigna es ir vestido con predominancia notoria de algún color de la diversidad, para agruparse y dar en la foto el arco iris de las sexualidades. La primera minoría coloril es roja. La integro, es lo más fácil, lo que cualquiera tiene. Mientras esperamos que se junte gente escucho los parlamentos de activistas célebres, algún legislador, etc.
   El proyecto que se aprobó estipula que cualquiera puede cambiar sin mayor trámite su nombre, foto y sexo en el dni, lo que equivale a forjarse una identidad nueva de acuerdo con las convicciones más íntimas al respecto. Para los decenas de miles que durante décadas salieron a la calle a pelear por estos cambios (no integro ese grupo) es un nuevo triunfo, el que faltaba para abrir un panorama de superación a partir del cual iniciar otro tipo de camino, menos ruidosamente visible y a la vez más integrado a la vida del resto de los habitantes. Nadie lo puede discutir.
   Pero lo anterior no es óbice para propuestas aún más avanzadas,* por ejemplo, que en los dni no se consigne el sexo de los titulares, que no figure m ni f ni nada que pueda interpretarse en ese sentido (más allá de lo que diga el nombre). Con el tiempo, idealmente, ese rasgo perderá su carácter diferenciador en los grupos sociales. Nadie podría saber por ejemplo (sin un cálculo que de todos modos siempre será aproximativo), cuántos varones y cuántas mujeres hay en un curso escolar. Ya no tendría sentido, ni importancia. 
   Una medida así tendría sin dudas costos administrativos (sobre todo los vinculados con la atención médica, se sabe que los parámetros de salud, por caso, son distintos en los hombres y en las mujeres), pero tiene sentido asumirlos si implican liberarse de ese rasgo tan marcador que a nadie debería importarle, y que con el tiempo tendrá el valor que hoy le asignamos al grupo sanguíneo: mucha gente incluso lo ignora. Obviamente (como ya se hace en muchos países), la diferencia tampoco se marcaría en los cv. Los nombres unisex adquirirían nueva fuerza, y al final el lenguaje mismo terminaría por cambiar. ¿Cómo? Quién sabe…

*La leí el año pasado en una entrevista al entonces líder del Piraten Partei de Berlín

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