viernes, 17 de mayo de 2013

lo imborrable


   Ya se dicho que Alemania en las primeras décadas del siglo 20, como nación que despertaba a su historia unificada, habitaba la posibilidad, pero que después de la Segunda Guerra Mundial no tiene otro remedio que ser el país que eligió el exterminio de parte de su población y la guerra total como modo del Estado. Eso es lo imborrable en Alemania (nicht wegzudenken), como en Argentina, si bien de modo menos totalizador, son imborrables los desaparecidos, que desde su producción torturada en los ‘70 recorren en forma de fantasmas (de siluetazo) las ciudades. “Eso habla bien de la sociedad argentina”, me dijo un amigo el sábado a la noche y no pude sino acordar. Pero es imborrable no gracias a nosotros (que somos también la sociedad), que a lo sumo fuimos a alguna marchita o sostuvimos una posición política, sino al hato de militantes (madres, abuelas, hijos) que desde entonces semana tras semana salieron a las calles a exigir la verdad, aun en la época de mayor desmoralización de los últimos 40 años, cuando todo parecía acabado para siempre -los noventa-. La imborrabilidad es así el regreso y la victoria de los muertos.
   Se han borrado hasta la inexistencia, sin embargo, otros cadáveres no menos fundamentales: los indios y los negros que se tragó la guerra del Paraguay son un caso, tal vez no el más desafortunado de todos modos, porque como zombis que responden al llamado de cerebros frescos donde hincar el diente, puede que estén volviendo. ¡ojalá!

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