lunes, 21 de marzo de 2011

El principio del tacto


El arte institucionalizado me tiene entre sus concurrentes sólo de modo ocasional y siempre que medie invitación de amigos. Aprendí que es muy poco lo que vale la pena, además de que no hay nada indispensable (Shakespeare, por poner un caso célebre, no había leído a Shakespeare, bache de formación que sin embargo no le impidió escribir la magnífica obra del cisne de Stratford-upon-Avon). Por eso fue inevitable escuchar como se escucha una propaganda los esfuerzos de mi amigo Tito Rolando por persuadirme de no faltar a la apertura de la exposición que montó en la ciudad de México.
-Va a ser un hito no en la historia del arte, sino en la historia de la civilización -me repetía.
El nombre de la muestra era Tacto, sentido que según la presentación escrita por Tito nos habilita por primera vez la estridencia del mundo, al estamparnos en el cuerpo el trance del nacimiento, así como más tarde los orgasmos, el frío y el estar (el ser). En el breve texto, Tito también recuerda o establece que es con el tacto que sentimos el dolor, “todos los dolores, incluso el psíquico”, alardea. Tal inmediatez con lo real lo convierte en “la fuente del miedo y todas sus consecuencias (la civilización)”. Según asegura el texto, “de los cinco sentidos es el menos codificado, el que la civilización menos tocó”: no hay artes táctiles, que sí existen para el resto de los sentidos, aunque sea en la forma inestable y poco formalizada del perfume o la gastronomía.

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