domingo, 14 de agosto de 2011

lo mejor del invierno


Conversar, tomar tés en la cálida penumbra mientras afuera la escarcha reina en la noche sin fin, el sauna (¡las bañeras compartidas!), los interiores plácidos y acogedores de bares y cafés, la maravilla incansable de la nieve o caminar sobre el agua congelada de los mismos lagos que en verano son para nadar. Todas cosas que hacen fácil añorar el largo invierno de Berlín una vez que quedó atrás. Sin embargo, nadie que lo haya vivido ignora que lo mejor del invierno, su mayor virtud y gloria, es la primavera. Cuando la luz vuelve a calentar el aire después de tantos meses oscuros y asoman los renuevos, cuando el piar los pájaros crece hasta volverse un graznido atronador y se puede desayunar con la ventana entreabierta -o incluso en el balcón, entre las brisas- una explosión de alegría mística se adueña del mundo y grita la ferocidad de la vida.

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