jueves, 27 de diciembre de 2012

partículas elementales


   Durante los primeros diez minutos de la película Néstor Kirchner nos atosiga un presidente hada madrina que compone vidas materializando un violín o un empleo a partir de cartitas de los carentes -se las entregan cuando él se hunde en la multitud de miserables y se entrega al manosaje, algo mucho más interesante que las dádivas, y sin embargo la película no lo pone en foco-. El tema recurre durante toda la cinta y está en su cierre: con música incidental nos azotan y atontan primeros planos de los beneficiados con los pelos ondeando al aire de ventiladores, mientras los rodea una multitud de panaderitos brillantes que representan tal vez el alma de Néstor que se multiplica y eleva.
    Además, si hay que creer lo que se ve, NK fue el político más transparente y frontal de la historia: entregado de cuerpo entero cada instante, jamás un cálculo ni una negociación, esencia de la operación política (sólo lo aproximan a esa forma de acción las palabras que su hijo le atribuye tras el exitoso desfile del Bicentenario: “Los quebramos. Culturalmente los quebramos. Hay que avanzar”, y entonces asistimos a la creación de UNASUR y su ungimiento como presidente pro tempore de ese organismo de la unidad latinoamericana que ojalá un día sea gobierno).
cuidadito
    (Entre tanta bondad a la película se le escapa la madre de Cristina: una bruja mala llena de dientes falsos, cubierta de joyas y de la seguridad que da impartir órdenes, ¡el terror que me daría tenerla de suegra!)
    Lo mejor de la noche fueron el cine (mi querida sala de abajo) y el público: muchos jóvenes -varios de perfil militante, unos que vendían y lucían remeras nestoristas a la entrada, otros o tal vez los mismos que entonaron una par de cánticos una vez que se sentaron en las fantásticas butacas espaciales-. Y la gente de la función anterior, que salía como drogada enjugándose las lágrimas.
    -Es un documental, pero no sabés cómo te conmueve -le dijo una mujer a una conocida que estaba por vivir la experiencia.
    Es cierto que la película despierta emociones, pero si lo logra es porque la última década de vida argentina es emocionante. Por lo demás, todas las cosas que la película deja sin explicar (hay que conocer o adivinar a los entrevistados, y lo mismo ocurre con los hitos históricos que se hilan: la crisis de 2001, la 125, la ley de medios, que apenas se nombran y cuyo sentido político es difuso) bien pueden jugarle a favor a largo plazo, como extrañamente favorece hoy a NK el tono calmo y el vocabulario preciso con que hablaba en público, volviéndolo un visionario.

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