Durante
los primeros diez minutos de la película Néstor Kirchner nos atosiga un
presidente hada madrina que compone vidas materializando un violín o
un empleo a partir de cartitas de los carentes -se las entregan cuando él se hunde en la multitud de miserables y se entrega al
manosaje, algo mucho más interesante que las
dádivas, y sin embargo la película no lo pone en foco-. El tema recurre
durante toda la cinta y está en su cierre: con música incidental
nos azotan y atontan primeros planos de los beneficiados con los
pelos ondeando al aire de ventiladores, mientras los rodea una
multitud de panaderitos brillantes que representan tal vez el alma de
Néstor que se multiplica y eleva.
Además,
si hay que creer lo que se ve, NK fue el político más transparente
y frontal de la historia: entregado de cuerpo entero cada instante,
jamás un cálculo ni una negociación, esencia de la operación
política (sólo lo aproximan a esa forma de acción las palabras que
su hijo le atribuye tras el exitoso desfile del Bicentenario: “Los
quebramos. Culturalmente los quebramos. Hay que avanzar”, y
entonces asistimos a la creación de UNASUR y su ungimiento como
presidente pro tempore de ese organismo de la unidad
latinoamericana que ojalá un día sea gobierno).
cuidadito |
Lo
mejor de la noche fueron el cine (mi querida sala de abajo) y el
público: muchos jóvenes -varios de perfil militante, unos que
vendían y lucían remeras nestoristas a la entrada, otros o tal vez
los mismos que entonaron una par de cánticos una vez que se sentaron
en las fantásticas butacas espaciales-. Y la gente de la función
anterior, que salía como drogada enjugándose las lágrimas.
-Es
un documental, pero no sabés cómo te conmueve -le dijo una mujer a
una conocida que estaba por vivir la experiencia.
Es
cierto que la película despierta emociones, pero si lo logra es
porque la última década de vida argentina es emocionante. Por lo
demás, todas las cosas que la película deja sin explicar (hay que
conocer o adivinar a los entrevistados, y lo mismo ocurre con los
hitos históricos que se hilan: la crisis de 2001, la 125, la ley de
medios, que apenas se nombran y cuyo sentido político es difuso)
bien pueden jugarle a favor a largo plazo, como extrañamente favorece hoy a NK el tono calmo y el
vocabulario preciso con que hablaba en público, volviéndolo un
visionario.
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