Hace
tiempo determiné que no me gusta -o mejor: no me nombra- el mundo
puto (para no hablar de esa marca registrada en NY conocida como
“cultura gay”, que me resulta ajena hasta la náusea). Lo que me
cabe -lo que me excita- son los jirones, filamentos, pinceladas,
retazos de putez que destiñen y coloran el mundo, presuntamente
sin trazas de tensiones qüir, de los matrimonios, las grandes amistades entre hombres, incluso de
las relaciones fraternas o paterno-filiales (esto último merece un par de toques,
porque puesto así parece sólo destinado a escandalizar). Pueblan el mundo
no puto, son su frontera y posibilidad, siempre al acecho. Reconozco ese espacio intermedio, me hamaco complacido en sus fibras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario