martes, 5 de abril de 2011

primera sangre. qué fiesta


   No hay mayor obra de arte (también porque es colectiva) que una fiesta. Y ya he sido parte de la primera (en esta segundo arraigamiento) expresión de esa forma de felicidad en territorio nacional: la celebración de un casamiento entre hombres, a la que encima asistieron la intelectualidad y el arte por igual. Numerosas personalidades de la literatura y el pensamiento, de la teoría y de la vida como arte, la canción, la actuación etc festejaron -festejamos- junto con los contrayentes, que son en sí un crisol de tensiones estético-políticas y gozan ya de un destacado lugar en lo más bullente de la vida de esta ciudad.¡En la cresta de la ola!
   A mitad de esa noche sin un segundo libre de performance fuimos sorprendidos por la distribución de unas golosinas químicas que nos pusieron en el mejor de los estados. Incluso a Ulrik, cuya afición a las caricias y los besos se exacerbó hasta el límite de lo soportable. Qué risa. Y nos vimos obligados a abandonar la sala antes de tiempo. Qué lástima.

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